10 Barcelonas en 10 pasajes: una muestra de lo que ofrecen los distritos de la capital catalana

Los pasajes son una tipología común del urbanismo mundial, pero la tradición culta española comete desde hace decenios el error de asimilar cualquier travesía con las parisienses a partir del célebre, y poco leído, Libro de los pasajes del filósofo alemán Walter Benjamin, como si todos se inspiraran en los de la capital francesa. Pero cada pasaje tiene una historia y un origen, como los más de 400 que se despliegan por Barcelona. Basaremos este recorrido en los 10 distritos de la capital catalana, pues de hacerlo por sus 73 barrios podríamos dar vueltas hasta el fin de los tiempos.

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 De Eixample a Sants-Montjuïc, la ciudad cuenta con centenares y curiosos ejemplos de esta tipología del urbanismo mundial que erróneamente se suele comparar con la que se ve en París  

Los pasajes son una tipología común del urbanismo mundial, pero la tradición culta española comete desde hace decenios el error de asimilar cualquier travesía con las parisienses a partir del célebre, y poco leído, Libro de los pasajes del filósofo alemán Walter Benjamin, como si todos se inspiraran en los de la capital francesa. Pero cada pasaje tiene una historia y un origen, como los más de 400 que se despliegan por Barcelona. Basaremos este recorrido en los 10 distritos de la capital catalana, pues de hacerlo por sus 73 barrios podríamos dar vueltas hasta el fin de los tiempos.

Eixample

La cuadrícula de Ildefons Cerdà refundó Barcelona a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Su configuración determina cómo son los pasajes, en general usados como atajo para cruzar las manzanas, caso del Passatge de Permanyer, proyectado en 1864 por Jeroni Granell i Barrera, y más que histórico al integrar una especie de kilómetro cero en esa primera década del ensanche con sus vecinas de los aledaños: la torre de Aguas que proporcionaba líquido elemento a los pobladores, y las Casas Cerdà, en Consell de Cent en Roger de Llúria, bellísimas por sus esgrafiados y modelo de lo que debían ser las viviendas del Eixample hasta que la especulación arruinó el sueño.

El Passatge Napoleó, en el barrio de Vallcarca, en Barcelona (Cataluña).

El entramado de este inmenso distrito invadió el de los pueblos del Llano, agregados a Barcelona en 1897. Es por eso que el pasaje más antiguo del Eixample es el de Conradí, en la actualidad un callejón sin salida con casitas de principios del siglo XIX en su conclusión tapiado, no lejos de la Sagrada Familia.

Horta-Guinardó

En este distrito gigantesco del barrio del Carmel quizá se encuentre el pasaje más singular de todos, tanto que no se puede ver en Google Maps. Se trata del de Sigüenza, un zigzagueo que calca el discurrir del torrent del Paradís. Las casas que lo rodean son autoconstruidas, así como las sorprendentes y angostas escaleritas que dan acceso a la calle de Sigüenza, de increíble pendiente, promesa sin ir más lejos de unas maravillosas patatas bravas, a menos de 10 minutos a pie, en el Bar Delicias.

Una de las escaleras, entre dos casas autoconstruidas, que dan acceso al pasaje de Sigüenza, en el distrito de Horta-Guinardó de Barcelona.

Gràcia

En el distrito de Gràcia, Vallcarca es uno de los barrios que aún conserva cierto aire a cuando era rincón de veraneo de los ricos barceloneses. Uno de sus ingresos es el Passatge Napoleó, sin el de porque se refiere a dos hermanos pioneros de la fotografía catalana que adoptaron el nombre del emperador como marca. Otra travesía significativa por estos lares es la de Isabel, con Villa Esperanza, una finca de 1893 con un estilo que es paradigma del inminente preludio al modernismo.

Nou Barris

Aquí, pasajes haberlos haylos, pero no tantos como en otros distritos de la capital catalana, porque es el más nuevo. Al lado del de Sant Iscle, pasarela hacia el polígono de Can Peguera, damos con el Passatge del Nil, aun de arena y más que pintoresco, prueba de cómo el paso de torrenteras es casi un imposible de urbanizar. Entre el núcleo originario de Vilapicina y la Jota, su agregación moderna hacia la Meridiana, hay un par de pasajes conectados tanto por ser coetáneos como por su función. El de L’Esperança se integraba en el plan de Casas Baratas y cooperativas de los años veinte. Se inauguró en 1928 y sus habitantes eran estibadores del puerto. En el presente es más que curioso entre su harmonía de casas de planta y el rascacielos de Virrei Amat. El siamés de la Esperanza es el Passatge de L’Arquitecte Millàs, destinado a los trabajadores de la compañía de tranvías.

El pasaje de la Esperanza en el distrito de Nou Barris de Barcelona.

Sant Andreu

Si bajamos la Meridiana y nos adentramos en el distrito de Sant Andreu desde el homónimo pueblo, daremos con el Passatge de Joaquim Rita, nombre del empresario que poseía los terrenos hacia 1920. La forma de su tramo final debe admirarse desde el Carrer de Sócrates, con el que comparte el muro de un edificio que rompe la línea recta, de nuevo por las aguas, aquí del torrent de Parellada.

Tras Joaquim Rita nos atienden el pasaje de Sócrates y Dublín. Su arquitectura es emblemática del crecimiento de Barcelona durante el primer tercio del siglo XX a partir de los antiguos puebles independientes, aun con villitas con jardín detrás, como las que podemos pasear en los pasajes de Catalunya y Roura, puertas de entrada al distrito de Sant Martí, ambos de finales de los años veinte. En el mismo barrio del Camp del Arpa está una de las calles más estrechas de la ciudad, un pasaje innominado del Carrer de Josepa Massanés que actúa como separación de un bloque de pisos y la fachada de una masía desaparecida.

Sant Martí

Detalle de una fachada en el pasaje de Iglesias del distrito de Sant Martí de Barcelona.

En Sant Martí espera un telar de pasajes, muchos en el fabril Poblenou. Mencionaremos el de Iglesias, con una placa decimonónica en su cruce con el Carrer de Pujades, el de la Plana, remodelado en consonancia con su pertenencia a la modernidad del 22@, y el D’Olivé, mítico porque una de sus casas de planta se corona con una estatua anónima y rojiza del pensador de Auguste Rodin.

Ciutat Vella

Aquí dos travesías exhiben la evolución del poder. El Pas satge de Bacardí, junto a la Plaça Reial, es de 1856 y alterna un empleo comercial con un despliegue de detalles estéticos para dar lustre a su propietario, Ramón de Bacardí, feliz de homenajear a su padre con una salida a la Rambla, centro de esa Barcelona aun sin Eixample. Su avenida más popular reemplazó en el primado del callejero a Carrer Ample, desde el que nace el Passatge de la Pau, prototípico de una tipología de escaparates que, sin que sirva de precedente, es muy parisiense.

Vista del pasaje de Bacardi en el distrito de la Ciutat Vella de Barcelona (Cataluña).

Les Corts, Sants-Montjüic y Sarrià-Sant Gervasi

En el distrito de Les Corts las perlas son el Passatge de Tube lla, con casitas de trabajadores cualificados, y el carreró de les Ànimes, rémora de un camino romano, algo que la her mana con uno de los pasajes más maravillosos, el de Camí Antic de València en el distrito de Sants-Montjuïc, enlace entre el Carrer Margarit y el secreto del barrio de la Satalia, una ciudad jardín con joyas como el Passatge de Serrahima. No tiene nada que envidiar al de Mallofré, el preferido de los vecinos del distrito de Sarrià-Sant Gervasi, porque por sus metros parece que el reloj se detuvo hacia 1870, con techos de madera y un jardín de paz a rebosar de vegetación.

El Passatge Mallofre del barrio de Sarrià, en Barcelona.

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