Torbjørn “Thor” Pedersen (Odense, Dinamarca, 46 años) siempre ha sentido que tendría que haber nacido hace 100 años porque, para el explorador y orador, las grandes aventuras sucedieron antes de que él naciera. Sin embargo, en 2013, descubrió algo que cambiaría su vida: algunas personas habían visitado los 203 países del mundo —la ONU reconoce 195— pero ninguna lo había hecho sin subir a un avión. Por ello, si completaba esta misión con éxito, se convertiría en la primera persona en la historia en lograr este hito. Lo hizo.
En corto
- ¿Qué presupuesto tenía para su viaje? 20 dólares por día para transporte, alojamiento, comida y visa
- ¿A qué país regresaría? A todos ellos. He visto muy poco
- Esenciales en su mochila. Hamaca, mosquitero, saco de dormir, zapatillas de correr, pasaporte, un pañuelo y un boli para dibujar, escribir y defenderme
- ¿Tuvo que regresar a algún país en el que ya hubiese estado? A muchos de ellos
- ¿Alguna marca le patrocinó? Salomon, Ross Energy, que financió el 60-70% del proyecto, y Pacsafe. Y yo era embajador de la Cruz Roja danesa
- ¿Por qué compartió su viaje en redes sociales? Porque pensaba que estaba haciendo algo increíble y cómo iba a saberlo la gente si no lo publicaba
En 2013, el aventurero comenzó en Dinamarca su proyecto ‘Once Upon a Saga’ con el objetivo de visitar 203 países sin volar (y de no regresar a casa hasta conseguirlo). Casi una década más tarde, se convirtió en la primera persona en lograrlo cuando llegó a su último destino, Maldivas
Torbjørn “Thor” Pedersen (Odense, Dinamarca, 46 años) siempre ha sentido que tendría que haber nacido hace 100 años porque, para el explorador y orador, las grandes aventuras sucedieron antes de que él naciera. Sin embargo, en 2013, descubrió algo que cambiaría su vida: algunas personas habían visitado los 203 países del mundo —la ONU reconoce 195— pero ninguna lo había hecho sin subir a un avión. Por ello, si completaba esta misión con éxito, se convertiría en la primera persona en la historia en lograr este hito. Lo hizo.
En un principio, Pedersen pensó que en cuatro años, tres y medio, si se daba prisa, lograría completar su expedición. 9 años, 9 meses y 16 días después, el 23 de mayo de 2023, llegó a su destino final, Maldivas. Dos años más tarde, se conecta por videollamada desde su casa en Dinamarca —donde comenzó su viaje— para contarle a EL PAÍS su odisea alrededor del planeta.
Pregunta. Enmarcó su mega viaje en un proyecto llamado Once Upon a Saga,¿en qué consiste?
Respuesta. En ser el primero en la historia en viajar a los 203 países del mundo ininterrumpidamente, sin volver a casa y sin subirme a ningún avión.
P. ¿Por qué prescindió del avión?
R. Siempre me han atraído las aventuras históricas: el primero en llegar al Polo Norte, el primero en navegar alrededor del planeta, el primero en descubrir una selva virgen… Yo creía que todo se había hecho ya. Pero, en enero de 2013, recibí un email de mi padre sobre personas que habían visitado todos los países del mundo y me di cuenta de que nadie lo había hecho sin volar. Y eso era importante para mí.
P. ¿Qué dejó atrás cuando comenzó su viaje?
R. Una vida estable. Tenía 34 años, un trabajo, acababa de conocer a una mujer maravillosa, y mis amigos estaban empezando a formar una familia. Pero quería ser el primero en lograr algo.

P. ¿Estableció algunas reglas?
R. Sí, algunas oficiales: nada de vuelos, mínimo 24 horas en cada país y no regresar a casa hasta finalizar el proyecto; y otras no oficiales: nada de corrupción, sobornos ni McDonald’s, porque quería probar la comida autóctona de cada lugar.
P. ¿Dónde comenzó y finalizó su viaje?
R. Empecé el 10 de octubre de 2013 a las 10.10 de la mañana en el sur de la Dinamarca, en la frontera con Alemania. Y terminé, con éxito, en Maldivas, el 23 de mayo de 2023. Completamente, lo finalicé cuando regresé, en barco, a Aarhus (Dinamarca), el 26 de julio de 2023.
P. ¿Cuál fue la ruta del proyecto?
R. Centro y oeste de Europa. Luego Norteamérica, América Central, costa este de América del Sur, costa oeste y Caribe. De vuelta a Europa, a España. De allí a Marruecos, luego al oeste, centro y sur de África, para continuar por las naciones africanas en el Índico. Luego al este de África. En los 54 países de este continente estuve dos años y tres meses. Volví a Eurasia, de allí a Oriente Medio, Asia central, el este y el sureste. Pacífico norte y el sur. Por último, Sri Lanka y Maldivas.
P. ¿Qué medios de transporte usó?
R. El objetivo era usar solo el transporte público: bus, ferry, tren… Pero en algunas partes del mundo eso no fue posible. Por ejemplo, en República Centroafricana esperabas en medio de la carretera a que un camión parase y el conductor te decía el precio. Sin negociaciones. O para llegar a Fiyi o Samoa, países insulares a los que todo el mundo vuela, tuve que desplazarme en un barco de carga.
P. ¿Cómo fue viajar en un barco de carga?
R. El proyecto ha sido muy estresante porque constantemente estaba publicando en redes sociales, investigando, buscando donde dormir, encontrando embajadas y en alerta. Entonces, viajar en un barco de carga fue el paraíso porque no tenía internet, era gratis, me ofrecían alojamiento y comidas, y era seguro.
P. De todos los transportes que empleó, ¿cuál fue el más extraño?
R. En Bloemfontein (Sudáfrica) tenía que llegar a la estación de autobuses y no sabía cómo. Allí tienes que ser muy cuidadoso porque puedes meterte en problemas, así que me acerqué a una patrulla de policía para pedirles direcciones y me dijeron que ellos me llevaban. Fui en la parte trasera, la de los detenidos, sin luz y sin saber adónde me llevaban. 10 minutos después llegamos a la terminal, pero podría haberme pasado cualquier cosa.
P. ¿Cuál ha sido el mayor desafío al que se ha enfrentado?
R. La burocracia y la logística. A veces no tienes permiso para cruzar una frontera, tienes que actualizar el certificado de vacunación o en países como Afganistán no sabes por qué zona es más seguro cruzar. ¿Ir de Francia a España? Fácil. ¿Ir de Camerún a Guinea Ecuatorial? Una pesadilla.
P. ¿Cómo fue psicológicamente la aventura?
R. Fue un desafío, un juego mental de no rendirme. En mi mente había un diálogo. Una voz me decía: “¿Por qué continúas? ¿Por qué no vuelves a casa? A nadie le importa si terminas». Mientras que otra respondía: “Lucha. Lucha un poco más”.
P. ¿Qué ha aprendido?
R. Una paradoja. Las personas son increíbles, amables y generosas. Te ayudarán sin pedir nada a cambio, te darán comida, te dejarán dormir en sus casas, te ayudarán con las direcciones… Me gusta decir que los extraños son amigos que nunca antes habías conocido. Pero, al mismo tiempo, las personas que tienen el poder de que subas a un barco, de darte una visa o de dejarte cruzar una frontera, esas son las personas que en la mayoría de las ocasiones dicen no. Y entonces tienes que sonreír, decir gracias, darte la vuelta y buscar una alternativa.

P. ¿Se quedó atrapado en algún país o ciudad durante más tiempo del previsto?
R. En Hong Kong. Era 2020 y me quedaban solo nueve países por visitar. Estaba en el Pacífico de camino a uno de ellos cuando me dijeron que tenía que volver a Hong Kong y que en cuatro días podría salir. Ni siquiera tenía previsto ir y estuve allí por dos años debido a la pandemia.
P. ¿Cómo describiría su viaje?
R. Una travesía maravillosa e imposible, en la forma más complicada de viajar, a través de un mundo muy grande, lleno de personas, lugares, culturas e historia.
P. ¿Alguna vez estuvo en peligro?
R. Más allá de lo obvio, una vez iba en un taxi a las tres de la mañana por el medio de la jungla en República Centroafricana, cuando nos pararon en un control fronterizo tres hombres uniformados, armados, agresivos y borrachos. Tuvimos que salir del vehículo y esperar en medio de la nada. Yo no paraba de pensar: “Voy a morir esta noche. Este viaje ha sido un gran error. Nadie va a encontrar mi cuerpo”. Entonces, 45 minutos después, nos dejaron marchar y nunca supe por qué.
P. ¿Siempre tuvo un lugar donde dormir?
R. Unas cuatro o cinco veces tuve que dormir en la calle. Por ejemplo, en Central Park, Nueva York, o en una estación de autobuses en Honduras, lo que no fue muy agradable. Y en Ghana estuve durmiendo en una gasolinera donde pagué a unos guardias de seguridad para que controlaran mis cosas. No fue una buena decisión.
P. ¿Por qué no fue una buena decisión?
R. Por qué era un bufé libre para los mosquitos y contraje malaria. Durante 12 días estuve con medicación, perdí mucho peso, tuve alucinaciones, pesadillas, mi cuerpo no tenía coordinación y me dolía todo. Fue una tortura. Menos mal que mi mujer, que es médico, estaba allí y me obligó a ir a una clínica, porque si no ahora estaría muerto.
P. ¿Qué le diría a alguien que quiera replicar su viaje?
R. No lo hagas. Si tuviera una máquina del tiempo, volvería y me evitaría a mí mismo hacer este viaje porque acabé siendo prisionero de mi propia ambición. Me diría: este viaje te convertirá en la primera persona en la historia en visitar todos los países del mundo sin volar, pero tu vida estará en riesgo muchas veces, experimentarás trauma y te costará 10 años de tu vida.
P. ¿El precio que ha pagado ha sido muy alto?
R. Si no hubiese hecho todo lo que he hecho, no sería el hombre que soy ahora. ¿El precio fue muy alto? Si digo que sí, habré malgastado años de mi vida, aunque tengo ahora a una mujer y a una hija maravillosas. Así que no lo sé.
P. ¿Qué valor tiene entonces su viaje?
R. Me gusta considerarlo como una lotería inversa. En la normal, tú compras un boleto y esperas perder. Pero en la inversa, conoces a todas estas personas maravillosas y ganas y vuelves a ganar. Puedes perder, pero las probabilidades están abrumadoramente a tu favor.
P. El pasado 26 de abril, publicó un libro titulado The impossible journey: An incredible voyage through every country in the world without flying
R. No es un libro de viajes, es más un libro clásico de aventuras como El Señor de los Anillos, donde Frodo sale al mundo y vive todas estas aventuras peligrosas y fantásticas y luego vuelve a casa y ha cambiado. Es mi desarrollo personal como individuo a través de las historias que me han convertido en la persona que soy ahora. Es un libro sobre la esperanza y la motivación, sobre la humanidad.
P. ¿Qué sintió al terminar su viaje?
R. Llegó un punto en el que empecé a ser como una máquina, como un autómata, sin emociones, sin felicidad. En un punto sentí que estaba muriendo por dentro. Cuando acabé, sabía que tenía que prepararme porque me había autolavado el cerebro al haber estado casi 10 años sin parar y ahora tenía que volver a mi vida normal. Pero como tardé tres meses en regresar —lo hice en barco— pude prepararme y al llegar me estaban esperando unas 200 personas con regalos y pancartas de bienvenida. Fui feliz.
P. ¿Qué le ha regalado Once Upon a Saga?
R. Todo. Continuamente, me consumía y me quitaba más y más, pero al mismo tiempo lo reemplazaba con conocimiento y experiencias que eran más grandes que lo que había perdido. Según mi pasaporte, tengo 46 años, pero en experiencia vital siento que tengo 80 o 120 años.
En corto
- ¿Qué presupuesto tenía para su viaje? 20 dólares por día para transporte, alojamiento, comida y visa
- ¿A qué país regresaría? A todos ellos. He visto muy poco
- Esenciales en su mochila. Hamaca, mosquitero, saco de dormir, zapatillas de correr, pasaporte, un pañuelo y un boli para dibujar, escribir y defenderme
- ¿Tuvo que regresar a algún país en el que ya hubiese estado? A muchos de ellos
- ¿Alguna marca le patrocinó? Salomon, Ross Energy, que financió el 60-70% del proyecto, y Pacsafe. Y yo era embajador de la Cruz Roja danesa
- ¿Por qué compartió su viaje en redes sociales? Porque pensaba que estaba haciendo algo increíble y cómo iba a saberlo la gente si no lo publicaba
Feed MRSS-S Noticias