«Vargas Llosa fue un demócrata radical. Se equivocó muchas veces pero siempre fue en su contra, no a su favor»

<p>En realidad, Mario Vargas Llosa sólo vivió el primer año de su vida en Arequipa. Después, su familia, abandonada por el tumultuoso padre del escritor, empezó una especie de huida del desclasamiento: <strong>Cochabamba, Lima y después, ya solo, Vargas Llosa vagabundeó por Madrid, París, Londres, Barcelona y otra vez Madrid y Lima.</strong> Nunca más Arequipa y, sin embargo, Arequipa quedó en el núcleo del ADN del escritor. Su familia venía de uno de los fundadores españoles de la ciudad que acompañaron al extremeño Garcí Manuel de Carvajal en 1540 y eso le pesaba mucho.</p>

Seguir leyendo

 La renovada casa museo del escritor, una enciclopedia literaria sobre su mundo y una brillante sesión académica recuerdan al nobel peruano en su ciudad.  

En realidad, Mario Vargas Llosa sólo vivió el primer año de su vida en Arequipa. Después, su familia, abandonada por el tumultuoso padre del escritor, empezó una especie de huida del desclasamiento: Cochabamba, Lima y después, ya solo, Vargas Llosa vagabundeó por Madrid, París, Londres, Barcelona y otra vez Madrid y Lima. Nunca más Arequipa y, sin embargo, Arequipa quedó en el núcleo del ADN del escritor. Su familia venía de uno de los fundadores españoles de la ciudad que acompañaron al extremeño Garcí Manuel de Carvajal en 1540 y eso le pesaba mucho.

El dato viene de Diccionario Vargas Llosa, habitó las palabras, un bonito libro editado por el Instituto Cervantes que reúne 120 pequeños ensayos dedicados a Vargas Llosa por autores de todo el mundo hispánico. Cada escritor dedica unas páginas, unas líneas o unos versos a palabras/idea vargasllosianas como Arequipa, Lima, Arte, Cine, Padre, Madre, Violencia, Catedral, Jefes… Entre los coautores del Diccionario aparecen los nombres de Carlos Granés, Isabel Coixet, Juan Manuel Bonet, Edmundo Paz Soldán y Martín Caparrós, que, claro, escribe un ensayo dedicado a la letra Ñ.

Mario Vargas Llosa, ya ha sido contado mil veces, fue el académico de la RAE que se empeñó en que el Congreso Internacional de la Lengua Española se celebrara en su ciudad natal. Era su ilusión y la prueba de que su vínculo con Arequipa no sólo era un dato anecdótico en su pasaporte. La memoria del escritor ronda por el programa cultural del Congreso, que ha incluido la reapertura de su casa familiar como museo. El Rey Felipe visitó el edificio nada más aterrizar en Arequipa y se encontró con una curiosa performance: una holografía de Mario Vargas Llosa en tamaño natural y muy locuaz acompaña a los visitantes por la casa, un escenario doméstico muy siglo XX, en versión clase media ilustrada: estanterías, antigüedades, sofás del viejo gusto…

De la casa Arequipa salió el martes una pluma y un tintero (no una pluma estilográfica sino una como las de las aves) que viajará a Madrid para incorporarse a la Caja de las Letras, el depósito de tesoros de escritores que guarda el Instituto Cervantes. La pluma tiene su historia: Vargas Llosa la recibió como parte del galardón Ritz París Hemingway en 1985 y se la entregó la actriz Catherine Deneuve.

También la Real Academia Española recordó a Vargas Llosa en Arequipa, en un acto celebrado en la madrugada de ayer de España en el mayor escenario del CILE, el Teatro Municipal, y con el Rey Felipe VI en el público.

La lista de participantes era larga: Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, habló de Vargas Llosa como un pensador de la literatura. Sus discursos de acceso a las academias de España y de Perú, sus ensayos sobre Flaubert, La verdad de las mentiras… Muñoz Machado habló de una frase de CamiloJosé Cela sobre Vargas Llosa, «rebelión constante», para sintetizar ese pensamiento teórico.

La palabra rebeldía volvió a aparecer varias veces en la sesión del miércoles. El novelista peruano Alonso Cueto dedicó su discurso a definir a los héroes clásicos de Mario: los rebeldes que, en su proyecto de transgresión, construían un nuevo espacio de poder, igual de siniestro que el que ellos desafiaron. Y, antes, su compatriota Eduardo F, Hopkins, insinuó esa idea al definir en las novelas de Vargas Llosa la obsesión del inconformismo, que llevó al pensamiento antitotalitario del autor.

Soledad Álvarez, de la Academia Dominicana, habló La Fiesta del Chivo, del trabajo abrumador que hizo Vargas Llosa para entender la dictadura de Trujillo y del impacto que tuvo la novela en su país. Carlos Granés, a continuación, explicó el pensamiento político de Vargas Llosa, nacido de la dictadura de 1948 en Perú y de la temprana decepción por la Revolución de Cuba. Granés lo explicó muy bien: el amor por la libertad creativa lo llevó a la obsesión por la libertad en abstracto. Y esta condujo a Vargas Llosa a la elección de la sociedad libre, de cuyos defectos era perfectamente consciente. «No la divinizó, La comparó con otras formas de sociedad y la eligió».

Javier Cercas dio el discurso más aplaudido de la sesión, como pasó en la inauguración de la mañana. Cercas dijo que Vargas Llosa es autor de seis obras maestras indiscutibles, siete si se incluye la novela breve Los cachorros, o quizá muchas más porque esa lista podría ampliarse cualquier día de estos cuando alguien vuelva a considerar libros como Historia de Mayta. Nadie tiene tantas, dijo Cercas, tampoco García Márquez. Después, elogió su pensamiento sobre laa literatura, sólo igualado por Milan Kundera, y abordó su tendencia meterse en problemas por sus opiniones políticas. En resumen, Cercas lo dijo así: «Vargas Llosa se equivocó muchas veces, pero siempre se equivocó en su contra, no a su favor».

Y hubo dos discursos más: Luis García Montero hiló la figura de Vargas Llosa con el mestizaje, que es nuclear en la historia de Arequipa y en el Cile, y contó una historia tierna. Cuando apareció la novela Tiempos recios, García Montero le hizo ver que el texto le daba la razón política a él, no a Vargas Llosa. Y Vargas Llosa le dijo que la literatura es así.

Al final, subió al escenario el ministro Ernest Urtasun, que dio un mensaje a mitad de camino entre los textos de cortesía política y los ensayos académicos. Urtasun tomó altura cuando relacionó La ciudad y los perros con Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos y con Ritmo lento, de Carmen Martín Gayte. Estuvo un poco más predecible cuando habló de Vargas Llosa en Barcelona y, al final, contó que La fiesta del Chivo fue una novela clave en sus años de formación. Y eso nos pilló un poco por sorpresa a todos, pero para bien.

 Cultura

Te puede interesar