Seguimos siendo unos niños

<p>Siempre que quiero llamar la atención de alguien cuento que Patti Smith me escupió. Fue en <a href=»https://www.elmundo.es/cultura/2016/07/08/577ee166ca4741b4668b4637.html»>un concierto en las Noches del Botánico en el 2016</a>, yo estaba enfrente de ella, en primerísima fila. La tía lanzó uno de sus famosos gapos y me cayó encima. Así sellamos nuestro pacto. Desde entonces he vuelto a buscarla en cada gira. <strong>Hay quien peregrina para ver al Dalai Lama, a Taylor Swift, a los hermanos Gallagher o al Papa. Yo peregrino para ver a Patti Smith.</strong></p>

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 Hay quien peregrina para ver al Dalai Lama, a Taylor Swift, a los hermanos Gallagher o al Papa. Yo peregrino para verla a Patti Smith  

Siempre que quiero llamar la atención de alguien cuento que Patti Smith me escupió. Fue en un concierto en las Noches del Botánico en el 2016, yo estaba enfrente de ella, en primerísima fila. La tía lanzó uno de sus famosos gapos y me cayó encima. Así sellamos nuestro pacto. Desde entonces he vuelto a buscarla en cada gira. Hay quien peregrina para ver al Dalai Lama, a Taylor Swift, a los hermanos Gallagher o al Papa. Yo peregrino para ver a Patti Smith.

Me quedé sin entradas para verla en el Teatro Real en Madrid este octubre. La cita es importante (celebra los 50 años del lanzamiento de su mítico álbum Horses) y, como una malísima amante, yo le había fallado. Aunque, en realidad, las dejé pasar. No quería pagar lo que costaba cada entrada para ver a la madrina del punk desde un asiento de terciopelo, sentada y sin moverme. A mí el contexto de un concierto me importa. A mí la energía de los cuerpos bailando me importa. Y la de las manos levantadas. Y la de las personas aullando. Quien haya ido a un concierto de Patti Smith sabe a lo que me refiero, porque ella no canta, chamaniza al resto de cuerpos.

Activista y defensora de casi todas las luchas sociales y símbolo del pacifismo, Patti Smith tuvo que bajar a los infiernos de los duelos antes de poder celebrar estos 50 años de Horses. Después de la publicación de su libro autobiográfico Éramos unos niños (Lumen, 2010), cuando volvió a los escenarios se encontró con un montón de jóvenes que la estábamos esperando. Habíamos leído sus memorias en el Nueva York de los 70 y queríamos ver a la superviviente y a la leyenda viva de la contracultura de los Estados Unidos. Yo tenía 20 años y nos pasábamos el libro de Patti como si fuera droga. Ahora se lo pasan los asistentes al club de lectura Service 95 de Dua Lipa.

El viernes pasado en el Zitadelle Spandau de Berlín, una Patti Smith llena de fuerza a pesar de sus 78 años, revivió a un público intergeneracional que había empezado adormecido por la lluvia. Entre poemas a la generación beat, escupitajos y llamadas a la libertad y a la esperanza, todos terminamos gritando People have the power.

Hace 13 años en un encuentro con jóvenes de Louisiana, Patti Smith dio este consejo: «Construye un buen nombre. Mantenlo limpio. No te comprometas. No te preocupes por ganar un montón de dinero o tener éxito. Preocúpate por hacer un buen trabajo y protegerlo». Es lo que lleva haciendo ella estos 50 años. Siempre con su camiseta blanca, sus vaqueros y su chaleco negro. Y eso que, bromeó ella, solo se apellidaba Smith.

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