<p>A veces, si el portalón rojo está abierto, me paro ante la<strong> Casa Cervigón</strong>. Es una de esas arquitecturas racionalistas que parecen un barco. Tiene una gran azotea, un pinar, vistas al mar y a la ciudad. La construyó en los años 30 una familia coruñesa que hizo fortuna con la madera. <strong>Me tiene enamorada desde niña</strong>. Solía fantasear con que, si de mayor tenía mucho éxito y millones infinitos, esa casa sería mía. Y entonces llegó <strong>Richard Gere</strong>. </p>
¿Qué es tener éxito en la vida? ¿Disponer de tiempo, tranquilidad, comprarte la casa de tus sueños…?
A veces, si el portalón rojo está abierto, me paro ante la Casa Cervigón. Es una de esas arquitecturas racionalistas que parecen un barco. Tiene una gran azotea, un pinar, vistas al mar y a la ciudad. La construyó en los años 30 una familia coruñesa que hizo fortuna con la madera. Me tiene enamorada desde niña. Solía fantasear con que, si de mayor tenía mucho éxito y millones infinitos, esa casa sería mía. Y entonces llegó Richard Gere.
Una revista del corazón aseguraba hace unos días que el actor se había comprado mi casa soñada. Que si 10 millones de euros. Que si muy cerca de la vivienda de sus suegros. Que si le encanta pasar vacaciones en la zona…
La familia propietaria se apresuró a desmentir el asunto: la finca sigue siendo suya. Así que me gusta imaginar que, como yo de niña, Richard anhelaba esa vivienda. Pero cómo se van a desprender sus dueños de ella si es perfecta.
Estos días, revivir mi fantasía infantil me ha hecho pensar: ¿es comprarte la casa de tus sueños tener éxito en la vida? No lo parece (y menos ahora que poseer una vivienda entra casi en el género ciencia-ficción). Tendemos a asociarlo a grandes cosas -posesiones, cargos, logros…- pero cuando uno se fija en lo que cuentan personas que consideraríamos triunfadoras, el asunto empieza a cambiar.
Escucho en muchas entrevistas que el éxito está en pequeñas cosas del día a día. Comprarte libros sin mirar el precio, ir a restaurantes sin preocuparte de la cuenta… La tranquilidad.
Encuentro también respuestas en una de mis secciones favoritas del Wall Street Journal: la serie de entrevistas Mi lunes por la mañana. Qué felicidad gozar de tu vida, sea durmiendo 14 horas (Dakota Johnson), con tu huerto (Alicia Silverstone) o sin tener teléfono móvil (Christopher Walken). Al fin y al cabo, de qué serviría el dinero si no tienes tiempo para disfrutarlo.
Es curioso que todo sean cosas mínimas, tan personales y dispares. Tiene mucho que ver con esa forma nuestra de consumir hoy. Dice el filósofo Gilles Lipovetsky que en esta época de hiperindividualismo solo compramos pensando en nosotros mismos: adiós al consumo exhibicionista de clase, ha llegado el consumo individualista emocional. Tampoco envidiamos ya lo que posee el otro, asegura, «porque estamos mucho más preocupados por nuestras propias experiencias«. Pese a Lipovetsky, Richard y yo seguiremos envidiando la Casa Cervigón. Aunque el verdadero éxito quizá sea viajar hasta allí y tener tiempo para contemplarla.
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