<p class=»ue-c-article__paragraph»>Cuando en el año 1979 <strong>Miguel Bosé</strong> cantaba <i><strong>Super Superman</strong></i> jamás imaginó que esta canción le iba a definir a la perfección. Entonces y ahora. Si consultamos el diccionario de la Real Academia Española y nuestra colección de cómics de Marvel, <strong>un supermán es un superhéroe</strong>. Bosé lo es. Si nos adentramos en terrenos más filosóficos y abandonamos cierta frivolidad pop nos topamos con <strong>Nietzsche y su superhombre</strong>, al que define, <i>grosso modo</i>, como aquel capaz de superarse así mismo, que crea sus propios valores, alcanza su máximo potencial y se convierte en quien realmente es.</p>
Un artista ha de estar por encima de sus ideas, comulgues con ellas o no. Lo importante es su trayectoria y en este caso, su música
Cuando en el año 1979 Miguel Bosé cantaba Super Superman jamás imaginó que esta canción le iba a definir a la perfección. Entonces y ahora. Si consultamos el diccionario de la Real Academia Española y nuestra colección de cómics de Marvel, un supermán es un superhéroe. Bosé lo es. Si nos adentramos en terrenos más filosóficos y abandonamos cierta frivolidad pop nos topamos con Nietzsche y su superhombre, al que define, grosso modo, como aquel capaz de superarse así mismo, que crea sus propios valores, alcanza su máximo potencial y se convierte en quien realmente es.
¿No es ese hombre Miguel Bosé? Me atrevería a decir que sí.
¿Recuerda cuando apareció por primera vez en la televisión cantando Linda y enfrentándose, con un par, al modelo imperante de los cantantes melódicos y a su propio padre? Cuando se convirtió en fenómeno fan por encima de todos. Cuando se puso falda. Cuando en cualquier aparición siempre se ha mostrado como alguien culto. Cuando ha defendido como nadie la ambigüedad o, más recientemente, cuando sus ideas acerca de la vacunación lo han sometido al escarnio más cruel por no seguir el discurso oficial.
No puedo con aquellas absurdas que en su adolescencia le lanzaban bragas al escenario y ahora reniegan de él y tiran por tierra su carrera. Eso está muy feo, chicas. Un artista ha de estar por encima de sus ideas, comulgues con ellas o no. Lo importante es su trayectoria y en este caso, su música.
Bosé siempre lo ha tenido muy claro. Como muy claro tenía que volvería a subirse a un escenario tras un fatídico episodio que le ha tenido sin voz demasiado tiempo. Y él, cual estoico, perseverante (y callando bocas), regresa al mundo de las giras y los conciertos. Un mundo que jamás le ha sido ajeno y en el que ha «renacido» ( como su gran documental) por todo lo alto en México, país al que emigró y que le recibió con los brazos abiertos.
En breve le toca el turno a España con su tour Importante. Título que le viene como anillo al dedo. Porque lo más importante en la vida de un artista, incluso en la de cualquiera de nosotros, es hacer lo que quieras en cada momento y luchar por conseguir aquello en lo que crees, más allá de los cuestionamientos de terceros; más allá de la Santa Inquisición que impera en estos tiempos y que obliga a los más débiles a autocensurarse por miedo al que dirán. Bosé no ha conocido la autocensura nunca.
No contemplen estas líneas como la carta de un fan a su ídolo, por favor. Léanlas como las de alguien que aplaude autenticidad en terceras personas que han conseguido ser dueños de sus vidas. Hoy Bosé vuelve por la puerta grande con dos dos orejas y un rabo. De casta le viene al galgo. Olé.
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