Loquillo: «¿La fórmula de mi éxito? Ser un clásico, no regirme jamás por lo que digan y no odiar a nadie que no se lo tenga merecido»

<p class=»ue-c-article__paragraph»>Hay personas solitarias y personas de grupo. <strong>Loquillo transmite la imagen de ser un lobo solitario</strong>, pero si ha prosperado como artista hasta mantenerse como una leyenda viva del rock español es gracias a su <strong>capacidad para crear un clan a su alrededor</strong>. Trabaja con la misma persona de su discográfica desde hace más de 20 años, tiene el mismo representante desde hace 16, su asistente personal es su hijo, el núcleo de su grupo (tras el colapso de Trogloditas) se mantiene desde hace dos décadas, su productor lo es desde hace 15, y colabora con los mismos letristas desde, bueno, el siglo pasado.</p>

Seguir leyendo

 Loquillo se da un homenaje en un ambicioso disco de duetos que se publica la próxima semana. EL MUNDO ha invitado a algunos de esos cantantes a que hagan las preguntas de esta entrevista especial: Raphael, Alaska, Manolo García, Miguel Ríos, Iván Ferreiro, Coque Malla, Ramoncín, Hinds, Nacho Vegas…  

Hay personas solitarias y personas de grupo. Loquillo transmite la imagen de ser un lobo solitario, pero si ha prosperado como artista hasta mantenerse como una leyenda viva del rock español es gracias a su capacidad para crear un clan a su alrededor. Trabaja con la misma persona de su discográfica desde hace más de 20 años, tiene el mismo representante desde hace 16, su asistente personal es su hijo, el núcleo de su grupo (tras el colapso de Trogloditas) se mantiene desde hace dos décadas, su productor lo es desde hace 15, y colabora con los mismos letristas desde, bueno, el siglo pasado.

Ese clan se amplía con los músicos con los que sella amistad. La camaradería es un concepto importante para el Loco, que la próxima semana publica uno de los discos más importantes en sus cinco décadas de carrera, entre otras cosas porque supone la reunión máxima de esa gran tribu. Se llama Corazones legendarios y en él canta a dúo 23 canciones emblemáticas de su repertorio junto a viejos y nuevos amigos.

Para hablar de ese disco que es una celebración de su carrera, EL MUNDO ha contactado (sin que él lo supiera, claro) con más de una decena de sus invitados para pedirles una pregunta para Loquillo. Este cuestionario tan especial culmina con las preguntas de las dos personas más importantes del clan: su mujer y su hijo.

RAPHAEL: Siempre se ha dicho que eres un inconformista y un rebelde. ¿Cómo ha evolucionado ese espíritu a lo largo de tu trayectoria?

RESPUESTA. Tampoco se ha conformado Raphael. Nunca se ha conformado tampoco con la figura que tenía que ser. Él también ha sido siempre un inconformista y un rebelde. Con él he notado algo que solo he experimentado con otro artista, Johnny Hallyday. Que estás delante de la historia. ¿Vieja escuela, yo? No. La vieja escuela son ellos. La inventaron ellos. Pero te digo una cosa, cuando tuvo el problema de salud en el programa, todo mi círculo pensó: «Se jodió el asunto de que grabe en el disco». Pero yo no. Yo dije: «Si sale, va a cantar». Al poco tiempo me llamó su hijo para decir: «¿Cómo que no? Pues claro que vas a cantar con mi padre». Eso es algo que yo hubiera hecho también, porque eso está al alcance de los que aman la música. Para nosotros, la música es la vida. Este es un negocio de piel. Es así. A mí no me sorprendió nada que viniera a los pocos meses al estudio. Y me estremecí. De los artistas que están en el disco, es el único con el que yo no había mantenido relación. Nos habíamos encontrado algunas veces y nos saludábamos. Cuando le propuse grabar en el disco no tardó ni una semana en confirmar. Es una de las colaboraciones de las que me siento más orgulloso. Para mí es un regalo de la vida cantar con Raphael. Ya sé que se le tiene como mito pop en España, que hay ese rollo, llamémosle de moda, o de kitsch. Pero es que tenemos referencias musicales muy parecidas. O sea, tenemos primero a Gardel, después a Sinatra, después a Piaf, después a Elvis. ¡Coño, es que son mis referencias! Y, además, el amor y la pasión que tiene en el teatro. Pero se ha tardado mucho en reconocer a Raphael. España siempre tarda mucho en reconocer a sus grandes artistas y las generaciones que vienen suelen despreciarlas. Y eso es un error. Tú tienes que aprender del que viene antes que tú. Esto es ley. El que no lo entiende no dura en este negocio.

P. Volviendo a la pregunta, ¿se sigue sintiendo inconformista y rebelde?

R. Es que quítame eso y quítame respirar. O sea, crecí leyendo Cyrano, a Ibsen, Fahrenheit 451, era hijo único, jugaba solo todo el día, mi padre trabajaba de noche de estibador, me criaron dos madres… ¿Cómo no iba a salir introvertido? ¿Cómo no iba a salir raro? Es que tenía todos los números. Llegaba al cole y era el alto, todo el mundo se metía conmigo… hasta que solté la primera hostia. Con 12 años encuentro una bomba de la Guerra Civil española y no se me ocurre otra cosa que llevarla a la comisaría de Policía para salvar el mundo. O sea, ¡yo ya salvé el mundo! (ríe). Aquello fue una movida que te cagas. Todo el vecindario gritando, yo por la calle con la bomba y los grises alucinaban. «Niño, niño, cuidado con esa bomba». Aquella fue mi entrada en el mundo del espectáculo (ríe). ¿Quién me puede discutir algo, si tengo una biografía de cine? Es que es así. Miro atrás y pienso: te lo buscaste, estaba escrito. Sí, siempre está escrito, siempre. Nunca hay casualidades, hay causalidades. Y yo creo que la bomba fue el inicio de todo.

«Miro mi legado y pienso: estaba escrito, nunca hay casualidades»

DANI MARTÍN: ¿Cuál es la fórmula para no estar de moda y seguir teniendo éxito?

R. Ser un clásico. Seguir tu propio camino y no el que dicen los demás. No regirte jamás por lo que digan, sino por lo que crees. No odiar a nadie que no se lo tenga merecido. Las compañías discográficas no son los malos, simplemente están acostumbradas a pensar que son los malos. Yo jamás he tenido problemas con una compañía de discos, pero sí con alguno de sus dirigentes, por chorizos y por robar a los artistas. Ha habido generaciones de ejecutivos que hacían eso, y yo las he sufrido. Por eso voy con una actitud siempre a la defensiva. Tienes que defender lo que eres y defender tu legado por encima de todo. Y, evidentemente, tener claro que el éxito y el fracaso son siempre efímeros.

ALASKA: ¿Dónde estabas tú en el 77? ¿Por qué nos parece importante y diferenciador?

R. Yo quiero mucho a Alaska. Si hubiera nacido en el mismo barrio, hubiéramos sido novios. Seguro. Ella me abrió Madrid y me enseñó mucho, me dio mucho cariño. El 77 fue muy importante porque abrió el país a una generación nueva. En las páginas de Disco Express estaba por un lado Kaka Deluxe y, por otro, los Teddy Boys de Barcelona. Ella y yo. Es muy significativo porque el 77 fue el año en el que yo al menos descubrí todo. Aparte, Alaska es alguien muy importante en el movimiento feminista de este país, aunque muchas no la reconozcan. Ella fue la primera. Las chicas se vestían como ella, las chicas querían ser como ella y a las chicas las insultaban por la calle como a ella, llamándolas putas y cosas peores. Eso era así en la España del 77, no eso que pintan de luz y de color. Salías de Madrid y España eran carreteras polvorientas. Llevar una pinta determinada era terminar en situaciones peligrosas. Te partían la cara. Y Alaska fue la primera en ponerse delante. Y era mujer, cuidado. El cambio real y el cambio hacia una España diferente, democrática y más libre empieza en el 77, cuando todos aquellos que nos sentíamos marginales vimos que la cosa iba a cambiar. Fue un momento decisivo. Yo tenía 17 años, fíjate qué pimpollos éramos, y estábamos dando la vara. Esa época nos hizo ser como somos, sin duda.

MANOLO GARCÍA: ¿Cómo recuerdas la Barcelona de los años 80, cuando en Madrid estaban en plena Movida?

R. Manolo me ayudó mucho al principio, él y Quimi [Portet] nos dieron la oportunidad a los Trogloditas de grabar nuestro primer single en una compañía de discos que se inventaron, que se llamaba Discos Criminales. Ahí empezó todo. Recuerdo los viajes que hacíamos juntos en los autobuses o en las furgonetas a Madrid a dejar la maqueta a Jesús Ordovás. Manolo tenía cinco años más que nosotros y me ofrecía su casa. Para mí es sagrado cuando alguien me abre su casa. Conmigo se portó muy bien y el hecho de elegir cantar Rompeolas con él es un acto de respeto. Merece cantar esa canción por barcelonés. Sobre la pregunta, pues éramos cuatro gatos los que queríamos una Barcelona moderna. Nos reuníamos en el Zeleste antiguo, éramos 300 personas. No había más.

RAMONCÍN: ¿De dónde sacas esa capacidad de poner a trabajar a todo el mundo? Es como el pedal de arranque de una moto, que pone a todo el mundo en marcha.

R. Porque el primero en dar ejemplo soy yo, y porque soy muy bueno gestionando talentos. Yo podría ser el director artístico de una compañía de discos o de una compañía de teatro o de lo que fuera, porque veo el talento en los demás y he descubierto talentos muy grandes. Así de claro. Los he descubierto. Ahora mismo Loquillo no es Loquillo, es un conjunto de talentos que trabajan en una dirección. A mí se me abre un mundo trabajando con mi banda porque cada uno de ellos, Igor, Laurent, Alfonso y Josu García, podrían tener su banda, cada uno de ellos, pero juntos somos imparables. No hay ninguna banda de rock como la nuestra en todo el país. Ni una. ¿Entiendes? Todo el mundo en España quiere tener una banda como la mía, todos quieren tener un equipo de trabajo y de producción como el mío, que es la admiración del negocio. Todos mis técnicos. O sea, una gira como la del año pasado de teatros haciendo poesía contemporánea, eso no rentabilizas una mierda. ¿Tú te crees que algún ayuntamiento ha comprado eso? Lo han comprado los promotores privados, cuando es una cosa de cultura general. Llegará un momento en que esto se acabará con nosotros, por eso te digo que es importante que quien está delante es el primero que debe dar ejemplo, y mayor ejemplo que el que di el año pasado después de que casi me diera un ataque al corazón y a los cuatro días ya me estaba subiendo a un escenario, eso dice mucho. Eso es muy fuerte.

CARLOS SEGARRA (LOS REBELDES): ¿Cuál ha sido el hito más importante de tu carrera, musical y personalmente?

R. Hay tres. El primero fue llenar Las Ventas, en 2016. Llenar Las Ventas haciendo rock barcelonés, tócate los cojones. Eso fue inolvidable. Me gustaría hacer lo mismo en la Monumental de Barcelona, a la que iba mucho de niño con mi padre porque estaba delante de casa, y le he pedido al Ayuntamiento que se vuelva a abrir para conciertos, pero nada. El segundo, llenar el Liceo de Barcelona el año pasado con un repertorio de poesía contemporánea. El insulto más grande siempre me lo ha dado la intelectualidad catalana, porque ha despreciado el rock. Que venga este don nadie a recoger un repertorio de poesía contemporánea y lo lleve al Liceo, que está a 20 pasos del cabaret donde yo empecé en Las Ramblas, buf… Tardé casi 50 años en hacer ese recorrido del cabaret al Liceo. Es la venganza de aquel chico de El Clot. Así que, con su pan se lo coman. Y el tercer hito, y lo siento por los Estopa, pero el récord de público lo tengo yo: 120.000 personas de una tacada en el Sot del Migdia el año 89, a 1.000 pesetas de entrada.

Loquillo
Loquillo, este jueves, en Madrid.Sergio Enríquez-Nistal

IVÁN FERREIRO: ¿Cuál de las canciones que has grabado es tu favorita y por qué?

R. Con elegancia, la adaptación del poema inédito de Jacques Brel que me cedió su viuda. De las que he compuesto, Feo, fuerte y formal me parece un acierto que te cagas, es inapelable. No sé en qué estaría pensando yo, pero es que me salió bordada. Y luego le tengo mucho aprecio a Mujeres en pie de guerra, por lo que costó. Es un álbum excepcional que se hizo cuando nadie hablaba de memoria histórica y que fue muy maltratado porque no se entendió, y porque desgraciadamente la memoria histórica parece que solo tiene que ser vista por parte de los de siempre, que la tienen ahí cogida y parece que los demás no podemos hablar de ella. Pasa un poco como con la poesía. Yo siempre he sido un grano en el culo para esa generación, esa gente que cree que la poesía o la memoria histórica solo les corresponde a ellos.

P. ¿Qué gente, en concreto?

R. Ya lo sabes. Los que no dejaron que Mujeres en pie de guerra se presentase en los Goya o en los premios Sant Jordi. En Madrid, Aute me abrió las puertas de su casa, y también Sabina, cantautores que no tenían ningún problema con el rock. Pero en Barcelona las cosas fueron muy distintas. Me gusta mucho la escena de A Complete Unknown cuando abuchean a Bob Dylan por pasarse al rock, yo eso me lo he encontrado, me identifico totalmente. O sea, en los primeros conciertos de poesía con Gabriel Sopeña me llamaban maricón. Era el 95 y había rockers llegando a primera fila y enseñándome la bandera sudista y llamándome vendido por cantar a Gil de Biedma y a George Brassens. Y que te suspendan conciertos, hace 30 años y el año pasado mismo, porque hay cosas que no cambian en este país.

COQUE MALLA: No hay nada comparado con la excitación de plantear un nuevo disco y una gira con canciones muy recientes. ¿Cómo llevas la inevitable nostalgia a la hora de plantearte un nuevo lanzamiento o nueva gira? ¿Cuál es tu relación con las viejas canciones y cuál con las nuevas?

R. Yo cada cierto tiempo necesito volver a la poesía porque es la manera que me ayuda a reinventarme. Hay algo muy peligroso para un artista, que es convertirse en un tributo de sí mismo. Para evitar eso yo vuelvo al teatro, que es donde aprendo. Soy muy feliz en el teatro, aunque no tengo claro si habrá una próxima vez, porque en la última casi pierdo la vida. Cuando tú cantas 16 poemas e interpretas a 16 personajes diferentes se crea una intensidad emocional brutal. Está el método Stanislavski y yo tengo el método Loquillo: trabajo esos personajes. Me quedo absolutamente metido dentro, en un ejercicio de introspección absoluto. Cuando salgo al escenario estoy tan metido que como te cruces en medio, te mato, ¿entiendes? El rock es distinto, salgo y es una fiesta. El teatro es otra cosa. Pero el año pasado me metí tan dentro del personaje que un día me desmayé después de un concierto en las Cuevas de Níjar. Vi la luz blanca. Tuve la suerte de caer en un lateral de la cama. Si me caigo al suelo, estoy frito. Me llevaron de urgencia al hospital, estaba a 146 pulsaciones, cuando lo normal es 67, tenía una arritmia severa, fibrilación auricular. Lo anterior a un ataque al corazón y a un ictus. A los cinco días estaba en el escenario. ¿Qué me había llevado a ese punto? La intensidad, la pasión, el ejercicio del arte tan impulsivo en el que me metí. Es la experiencia más bestia que he tenido en mi vida. Eso me ha ayudado muchísimo a crecer y a tomarme este disco con ganas de disfrutar. Hay una frase importante que es: «Dale al público lo que quiere». Está registrada por mí, por si alguien quiere hacerse el listo. Así que en un concierto de rock no tengo ese problema de querer hacer algo nuevo y no poder. Ahí voy a hacer feliz a la gente, y para crecer ya tengo el teatro. Tocar en el Liceo petado con todas las luces encendidas es lo más grande que he hecho a nivel personal.

«Mi padre me dijo: ‘Vive la vida que yo no he podido vivir, sal de este barrio y no vuelvas’. Y salí para triunfar»

NAT SIMONS: ¿Cuáles son tus referentes femeninos, nacionales e internacionales?

R. Hay unos cuantos. Patti Smith la primera. Debbie Harry, desde luego, y Chrissie Hynde [Pretenders]. He crecido con ellas. Y si te vas más atrás, Marianne Faithfull, evidentemente. La imagen femenina ha estado muy presente en mi iconografía. Para mí es súper importante.

MIGUEL RÍOS: ¿Cómo fue la relación con Johnny Halliday cuando grabasteis juntos?

R. Hay cosas que no se pueden contar de aquella noche pero, bueno, yo me crié entre rockers y soy de la primera generación contemporánea de rockers. Había un rocker, que fue el padrino de mi hijo, que se llamaba Jaime Fábregas, que fue el fundador de los Hells Angels en Barcelona. Su actitud marcó estilo. Todos los rockers querían parecerse a él. Era el tipo que decía: «Oye, tío, ¿qué pasa?», y te cagabas. Cuando me senté con Johnny lo primero que hizo fue: «Oye, tío, ¿qué pasa?». Y dije: ya está, es él, él lo ha inventado. Iba con un guardaespaldas que era un tipo muy peligroso. Yo también iba con un tío muy peligroso. Y Johnny me pregunta: «¿Este quién es?» Y yo le cuento: cárcel, etcétera. Estábamos a la par. Entonces me dice: «¿Dónde empezaste?» En un cabaret de las Ramblas, entre marines americanos y señoras de la vida, he sido pandillero, he sido rocker»… Me mira y piensa: «Coño». Así que terminamos de comer y nos fuimos del restaurante. Había 500 millones de paparazzis, nunca había visto tantos paparazzis en mi puta vida. Le trajeron el coche, que era un Bentley. Él conducía y yo iba detrás. Dijo: «Vamos a reírnos». Al lado iban dos policías en moto. «Vamos a despistarlos», dijo, y empezó a pisarle y a conducir a lo loco, yo iba detrás como un muñequito. Acabamos en el hipódromo, y allí nos separamos, pero antes se sacó sus gafas de sol, me las dio y me dijo: «Para tu hijo». Entonces él se metió en otro coche y se marchó.

NACHO VEGAS: Compartimos una gran admiración hacia Phil Ochs. Si siguiera entre nosotros, yo lo imagino escribiendo aún sus actual songs y oponiéndose activamente al genocidio en Gaza y a la administración Trump. ¿Cómo te imaginas tú a Phil Ochs si siguiera vivo y qué te gustaría poder cantar con él?

R. I Ain’t Marching Anymore, que refleja un poco el desencanto político. Es un personaje fascinante. A los 16 años, yo iba a El Corte Inglés a robar discos antes de ir a entreno de basket, entraba con la bolsa de deportes, me acercaba a los cajones de discos, y clac, clac. Un día vi un disco de un tío sentado en el suelo con un abrigo de marinero, con la suela de las botas agujereadas y carteles políticos colgando en el aire. La imagen me pareció brutal, me lo llevé. Investigué, descubrí su gran frase «Si hubiéramos hecho de Elvis nuestro Che Guevara, hubiera habido una auténtica revolución». Eso es tremendo (ríe). A mí me voló la cabeza. De hecho, hubo una época que llevaba a Elvis y al Che Guevara en la chupa en homenaje a eso. Tengo todos los discos y conciertos posibles, tengo cintas grabadas, un archivo muy completo.

HINDS: ¿Cuándo fue la última vez que lloraste?

R. La última vez que lloré fue por la muerte de mi gato Zar, que me quería muchísimo y ha sido el gato más brutal que he tenido en mi vida. Vivo con gatos desde que tengo uso de razón, pero nunca un gato me había querido tanto. Fue hace poco. Susana vivió una operación muy dura de pulmón y yo de corazón, y justo cuando estábamos saliendo de nuestras crisis, murió. Siempre decimos que él murió para que nosotros viviéramos.

SUSANA KOSKA (mujer de Loquillo): Hemos ido a muchos conciertos de Bruce Springsteen juntos. ¿Con qué canción suya te hubieses quedado para tu repertorio?

R. No Surrender (Sin rendición). Tengo una imagen de esa canción en un momento muy, muy malo de mi vida, hace dos años en el Estadio Olímpico. Sabino y yo fuimos a verlo por primera vez en el 81, y volvíamos otra vez juntos a verlo. Yo estaba muy nervioso, los dos lo estábamos, y empezó con No Surrender y fue deslumbrante. Yo había superado lo de los nódulos que podrían haber sido cancerígenos y que podían haberme dejado sin voz. Es que los cinco últimos años han sido muy jevis para mí. Y de repente sale y empieza con eso. Fue como: el rock salva almas. Sí. No cambiará el mundo, pero puede salvar tu alma. Sin duda. Sin duda.

CAYO SANZ (hijo de Loquillo): Fuiste un chico que nació y se crio en barrio de El Clot. Han pasado 47 años desde aquella primera vez que te subiste a un escenario. Ahora, a un mes de subirte al de Movistar Arena, ¿qué le dirías a aquel chico de El Clot?

R. Le diría: lo hemos hecho, lo hemos conseguido. Mi padre me dijo: «Vive la vida que yo no he podido vivir, sal de aquí y no vuelvas». Y salí para triunfar, que creo que es la misión de cualquier chaval de barrio en una situación como la que yo estaba. Podía haber sido jugador de baloncesto, pero vi que lo que yo quería hacer musicalmente no lo hacía nadie, así que decidí hacerlo yo. A ese chaval de barrio le diría: «Lo hemos hecho». No ha habido una casualidad, ha habido una intención clara y directa desde el minuto uno. Epi siempre recuerda que yo iba al cole con un micrófono Shure para que no me lo robaran, porque después iba a ensayar. Yo ni me acuerdo. No sé. Yo creo que diría eso: «Lo hicimos, salí del barrio para ganar».

 Cultura

Te puede interesar