<p>Hace casi 50 años (48 para ser precisos), un director novel con unos actores tan nóveles como él y un equipo técnico que no sabía distinguir un foco (de iluminar) de un pasodoble (de bailar) firmaron todos juntos un milagro llamado <i>Tigres de papel.</i> Aquella era una película esencialmente libre estrenada el mismo año que mucha gente en un lejano país (cada vez más cercano si nos fiamos del miedo que meten las encuestas) debutaba en eso de votar. Ya saben, la Transición, la democracia y el habla pueblo habla. Por lo que fuera, una cosa llevaba a la otra: la película a la misma vida y la vida, de vuelta, a una película extraña, muy divertida y que se escuchaba regular. <strong>Y en el centro de todo eso, un tipo con gafas llamado Fernando Colomo.</strong> Pues bien, todo ha cambiado y, qué cosas, Colomo sigue ahí como el dinosaurio del cuento. Y que no se malinterprete. No es que el hombre sea un dinosaurio (por el tamaño no da), sino que más bien se diría que todo avanza hacia atrás. Aunque esto es otra cuestión.</p>
Sin avisar, contra cualquier cálculo de la siempre perezosa industria del cine español, el director sorprende con una comedia fresca, viva, lenguaraz y exageradamente Colomo
Hace casi 50 años (48 para ser precisos), un director novel con unos actores tan nóveles como él y un equipo técnico que no sabía distinguir un foco (de iluminar) de un pasodoble (de bailar) firmaron todos juntos un milagro llamado Tigres de papel. Aquella era una película esencialmente libre estrenada el mismo año que mucha gente en un lejano país (cada vez más cercano si nos fiamos del miedo que meten las encuestas) debutaba en eso de votar. Ya saben, la Transición, la democracia y el habla pueblo habla. Por lo que fuera, una cosa llevaba a la otra: la película a la misma vida y la vida, de vuelta, a una película extraña, muy divertida y que se escuchaba regular. Y en el centro de todo eso, un tipo con gafas llamado Fernando Colomo. Pues bien, todo ha cambiado y, qué cosas, Colomo sigue ahí como el dinosaurio del cuento. Y que no se malinterprete. No es que el hombre sea un dinosaurio (por el tamaño no da), sino que más bien se diría que todo avanza hacia atrás. Aunque esto es otra cuestión.
Las delicias del jardín recupera, y de ahí el párrafo anterior, la virtud de un cine pensado sobre la marcha, de un cine terrenal que discurre con el pálpito mismo de una ocurrencia a tiempo, de un comentario afortunado o de un monólogo de Resines. No hay más. Basta con la sensación de que, al margen de estudios de márketing y de algoritmos altamente fiables, un director puede devolver a un simple fotograma la cualidad y calidad de la misma vida. Y al revés. Se nos olvida que el cine, a veces, está ahí para dar ganas, ganas de salir a la calle, ganas de charlar con los amigos, ganas de follar y hasta ganas de ir al cine.
La película cuenta la historia de un pintor casi de éxito (aunque más de fracaso), de su hijo semifascista, de su mujer galerista y de mucha más gente que pasa por ahí: desde el citado Resines a los pintores Antonio López y Javier de Juan. Éste último, por cierto, monta en moto. En verdad, lo que se narra es el reencuentro del primero con el segundo. Se cuenta eso y se cuenta cómo un concurso promovido por una institución cultural obliga a que padre e hijo compartan tarjeta de crédito, chocolate de fumar, deudas y un garaje como infravivienda. En efecto, se cuentan más cosas de las que deberían contarse nunca.
Con estos elementos, el director se mete en un auténtico jardín en el que, a la vez que se ventilan con mucha gracia las miserias y disparates de eso llamado arte, se celebra, ya se ha dicho, la gracia del cine por el cine, el cine por la vida, la vida por la vida. Es, ya se ha dicho, Colomo en su máxima expresión (no en balde, son dos colomos, Fernando y Pablo, los que aparecen) que, la verdad, también es la mínima. Y todo ello sin avisar, contra cualquier cálculo de la siempre perezosa industria del cine español. Es Colomo así pasen 50 años.
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Dirección: Fernando Colomo. Intérpretes: Fernando Colomo, Carmen Machi, Pablo Colomo, Antonio Resines. Duración: 94 minutos. Nacionalidad: España.
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