<p><strong>Carles Coll</strong>, en los 200 braza, distancia en la que es campeón del mundo en piscina corta, hizo soñar durante más o menos un minuto a la natación española. Salió a «muerte». O todo o nada. Viró primero por los 50 por debajo del récord del mundo. También por los 100, a un ritmo parecido. Luego ya pagó el esfuerzo. Y fue nada. Terminó octavo. Séptimo a la postre por descalificación de uno de los rivales, con su segunda mejor marca de siempre: 2:09.44, sólo inferior a su récord español de las semifinales: 2:08.49.</p>
Repescado por la Federación para el Mundial, al no haber nadado en los Campeonatos Nacionales, logra en Singapur sus dos mejores marcas, récord de España incluido
Carles Coll, en los 200 braza, distancia en la que es campeón del mundo en piscina corta, hizo soñar durante más o menos un minuto a la natación española. Salió a «muerte». O todo o nada. Viró primero por los 50 por debajo del récord del mundo. También por los 100, a un ritmo parecido. Luego ya pagó el esfuerzo. Y fue nada. Terminó octavo. Séptimo a la postre por descalificación de uno de los rivales, con su segunda mejor marca de siempre: 2:09.44, sólo inferior a su récord español de las semifinales: 2:08.49.
El oro fue, por la apartada calle 8, para Haiyang Qin (2:07.41), ya ganador de los 100. Ippei Watanabe, el japonés, amarró por los pelos la plata (2:07.70) por delante del neerlandés Caspar Corbeau (2:07.73). Qin no se acercó a su récord del mundo (2:05.48). Pero, por otra parte, buena prueba -seguimos resistiéndonos a decir «carrera»- con cuatro hombres por debajo de 2:08. También, cuarto, quedó por debajo de esa frontera uno de los máximos favoritos, Kiril Pigoda, el ruso «neutral». Los rusos están compitiendo como NAB (Neutral Athlets B). Los NAA son los bielorrusos, también sancionados por su apoyo a Putin.
Coll estará contento a medias. O a medias disgustado, según se quiera interpretar ese séptimo puesto. En el pasado Mundial se quedó a un puesto de la final. En Singapur, aparte de dar un paso adelante, resolvió una papeleta que lo amenazó hasta última hora. Estuvo a punto de no viajar. No le llagaba el visado desde Estados Unidos, donde reside y entrena bajo la égida de Sergi López, bronce olímpico en Seúl88 y finalista en el Mundial de Perth91. Ni siquiera pudo disputar los ‘trials’ españoles. Su historial hizo que la Federación Española lo repescara. Validó la marca mínima establecida por World Aquatics y realizada por Carles en las TYR Pro Swim Series, en Sacramento, a primeros de abril.
No repescó, en cambio, a Hugo González, el campeón mundial en vigor de los 200 espalda. Hugo, decepcionante en los Campeonatos nacionales (fuera de la final de los 100 espalda y tercero en la de 200) no mereció el billete para Singapur. Ha sufrido las consecuencias de la depresión post-olímpica, su mudanza de Estados Unidos a Tarrasa y el cambio en los sistemas de entrenamiento.
Por consiguiente, su figura sobrevoló la piscina cuando los nadadores se lanzaron al agua en esos 200 espalda. Todos ellos habían batido sus respectivos récords nacionales en las rondas previas. Todos menos Hubert Kos, campeón olímpico, el gran representante, junto a Kristof Milak, de la natación húngara, una vieja y querida potencia. Y fue precisamente Kos quien se llevó el título. Y no sólo con récord de Hungría, sino de Europa: 1:53.19 y cuarto mejor registro de todos los tiempos.
Es otro de los discípulos en Texas de Bob Bowman. Ya lo reflejamos cuando, bronce, compartió podio con Léon Marchand y Shein Casas en los 200 estilos. Los tres ‘Bowmans boys’. Magnífico también el sudafricano Pieter Coetze, ya campeón en los 100, segundo con récord de área, de África (1:53.36). El francés Yohann Ndoye-Brouard, también tercero en los 100, se hizo con el bronce (1:54.62). Es junto a Shaine Casas o Josh Liendo, y, en mujeres, Simone Manuel, uno de los escasos nadadores negros de máximo nivel. La Medicina y la Sociología siguen dándole vueltas al asunto.
En los 200 braza femeninos, Kate Douglass y Evgenyia Chikunova se enzarzaron en una pelea en la que las demás no tuvieron ni voz ni voto. Chikunova, recordwoman mundial, quedó sorprendida por el ritmo inicial de la estadounidense. No reaccionó, pensando tal vez que Kate iba demasiado aprisa. Así era. Todavía marchaba a los 150 metros por debajo del récord del mundo. Entonces, en el último largo, se juntaron la fatiga de la estadounidense y la furiosa reacción de la rusa, más fresca. Creó incertidumbre. A Douglass, sin embargo, le dio para ganar con 2:18.50, segunda mejor marca de todos los tiempos y, obviamente, récord de Estados Unidos. Fue el triunfo de la valentía frente a la cautela.
Marrit Steenbergen no dio opción a Mollie O’Callaghan y Torri Huske en los 100 libre. Retuvo el título con 52.55 ante la australiana (52.67), oro en los 200, y la estadounidense (52.89). No peligró el récord mundial de Sarah Sjöström (51.71). La sueca es una de las figuras ausentes del Campeonato. Espera su primer hijo para este mismo mes de agosto.
Los estadounidenses, ellos y ellas, cosa extrañísima, siguen sin ganar un relevo. Han perdido densidad en algunas de las modalidades. En los 4×200 libre masculinos, no pasaron del cuarto lugar, a pesar de que Luke Hobson fue el único de los 32 nadadores que bajó del 1:44. Gran Bretaña, con un cuarteto más compacto y Duncan Scott como líder, atrapó el oro con 6:59.84. Bajar de siete minutos es un gran registro. China, con Zhanle Pan, se ganó la plata (7:00.91) con justicia y con justeza ante Australia (7:00.98).
Estados Unidos encabeza el medallero del Mundial con cinco oros. Los mismos que Australia. Pero Estados Unidos acopia 20 medallas por 13 de los aussies. En esta ocasión los metales menos preciosos hacen la diferencia.
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