Cuando ya no queda nada por ganar

Hay que aceptar nuestro amor por un deporte convertido en una mierda. La reflexión es de Toni Padilla y no me la quito de la cabeza. El pasional Padilla acaba de confesarse en un libro pequeño pero nada menor titulado Maldito fútbol. Ahí rebusca en sus contradicciones como apasionado de este circo envilecido. Por sus páginas asoma la prostitución como colofón a las negociaciones de unos reservados asquerosos. Aparece la corrupción que manipula partidos desde que allá por 1879, cuando estaba prohibido cobrar por ser futbolista, el Darwen derrotó al Old Etonian en la Copa inglesa camuflando a Fergus y a Jimmy, dos jugadores escoceses, como obreros de una fábrica local cuando en realidad solo iban a fichar, no trabajaban y reservaban todas sus energías a entrenar y jugar. También late el machismo endémico desde que la legendaria Lily Parr y otras futbolistas británicas llenaban estadios mientras los hombres luchaban en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y cómo, al acabar la guerra, ellas fueron expulsadas del campo y su memoria también. Salen los Videlas, los Berlusconis, los emires de cada época: aquellos poderosos que han manoseado el fútbol dejando sus sucias huellas de sangre, petróleo y billetes. La pelota no se mancha, dijo Maradona. Ya. Qué bonitas son las frases.

Seguir leyendo

 Wolfgang Lötzsch, el mejor ciclista de la antigua República Democrática Alemana (RDA), solo quería pedalear  

Hay que aceptar nuestro amor por un deporte convertido en una mierda. La reflexión es de Toni Padilla y no me la quito de la cabeza. El pasional Padilla acaba de confesarse en un libro pequeño pero nada menor titulado Maldito fútbol. Ahí rebusca en sus contradicciones como apasionado de este circo envilecido. Por sus páginas asoma la prostitución como colofón a las negociaciones de unos reservados asquerosos. Aparece la corrupción que manipula partidos desde que allá por 1879, cuando estaba prohibido cobrar por ser futbolista, el Darwen derrotó al Old Etonian en la Copa inglesa camuflando a Fergus y a Jimmy, dos jugadores escoceses, como obreros de una fábrica local cuando en realidad solo iban a fichar, no trabajaban y reservaban todas sus energías a entrenar y jugar. También late el machismo endémico desde que la legendaria Lily Parr y otras futbolistas británicas llenaban estadios mientras los hombres luchaban en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y cómo, al acabar la guerra, ellas fueron expulsadas del campo y su memoria también. Salen los Videlas, los Berlusconis, los emires de cada época: aquellos poderosos que han manoseado el fútbol dejando sus sucias huellas de sangre, petróleo y billetes. La pelota no se mancha, dijo Maradona. Ya. Qué bonitas son las frases.

Seguir leyendo

 Feed MRSS-S Noticias

Te puede interesar