«Pedro Sánchez está en su mejor momento. Puede volver a gobernar tras las próximas elecciones perfectamente»

<p>Entre informativo líder e informativo líder, <strong>Vicente Vallés</strong> (Madrid, 1963) ha escrito su segunda novela, <strong>’La caza del ejecutor'</strong> [Espasa], un thriller de espías en el que Moscú pone a Europa en jaque. Sí, les prometo que es ficción y no un reportaje sobre la guerra híbrida de Vladimir Putin… aunque lo parezca. «Ya me ocurrió con la anterior, ‘Operación Kazán’, que se publicó justo cuando Rusia invadió Ucrania y su temática iba en esa dirección. Esta está todavía más incrustada en la realidad: hay hechos reales, ficticios y otros que podrían ser cualquiera de las dos cosas. Establezco un juego con el lector para que adivine cuál es cuál», explica.</p>

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 Plasma su pasión por la geopolítica en su nueva novela y aprovecha para tomar perspectiva: «Cuando ves lo que hay fuera, el nuestro es un país que está bastante bien»  

Entre informativo líder e informativo líder, Vicente Vallés (Madrid, 1963) ha escrito su segunda novela, ‘La caza del ejecutor’ [Espasa], un thriller de espías en el que Moscú pone a Europa en jaque. Sí, les prometo que es ficción y no un reportaje sobre la guerra híbrida de Vladimir Putin… aunque lo parezca. «Ya me ocurrió con la anterior, ‘Operación Kazán’, que se publicó justo cuando Rusia invadió Ucrania y su temática iba en esa dirección. Esta está todavía más incrustada en la realidad: hay hechos reales, ficticios y otros que podrían ser cualquiera de las dos cosas. Establezco un juego con el lector para que adivine cuál es cuál», explica.

Para los que crecimos cuando los malos de las pelis siempre eran soviéticos, es llamativo cómo encaja Putin en aquel cliché.
Claro, porque su caso es exactamente aquello. Vladimir Putin es un espía del KGB que llegó a ser presidente de Rusia, de manera que no hay cliché alguno. Es una realidad y una realidad extendida a la gente que le rodea. En Rusia hay una palabra, siloviki, que refleja a aquellos que han llegado a altos cargos políticos procediendo de los servicios de inteligencia, de seguridad y de las instituciones de fuerza y casi todo el círculo de Putin son ex agentes del KGB, compañeros de su época, y antiguos miembros de las fuerzas armadas y de los servicios de información de la policía. Ese sector del funcionariado ruso es el que está ahora en el poder.
No tranquiliza. ¿Nos pusimos a mirar a Gaza y nos confiamos con Rusia?
No creo que nos hayamos confiado, pero Occidente siempre ha tenido un problema con Rusia y, específicamente, con Putin. Ha preferido no querer darse cuenta de la realidad, confiando en que los temores que todos teníamos no se llegaran a cumplir, pero se han ido cumpliendo. Estamos hablando ya con cierta naturalidad de que un país europeo, Rusia lo es, ha invadido otro país europeo. Eso es una cosa propia de hace 100 años, no de ahora. Y hemos tenido que normalizar que eso ha sucedido, vivir con ello y tratar de que no se extienda, pero ahora ya estamos asistiendo a esta guerra híbrida de sabotajes, ciberataques, te mando unos drones para asustarte e, incluso, un par de aviones de combate a sobrevolar una isla de Noruega. Este es el mundo en el que vamos a tener que vivir en los próximos meses, quizás los próximos años, y saberlo gestionar no va a ser fácil.
Es algo más que una nueva Guerra Fría.
Hay algunos autores, buenos conocedores del mundo, que dicen que en realidad estamos viviendo una Tercera Guerra Mundial que, por suerte, no es al estilo de lo que fue la Segunda. La invasión de Ucrania sí es un modelo típico de entonces, pero está concentrado en un territorio muy concreto y no se ha extendido. En los tiempos modernos las guerras se hacen también con métodos modernos como son los sabotajes, los ciberataques y la utilización de herramientas como los drones y los aviones de combate para amedrentar, no para utilizarlos. Eso lo estamos viviendo desde hace ya bastante tiempo, pero en los últimos meses con una intensidad mucho mayor y pinta muy mal.
¿En qué sentido?
En que no tiene una solución sencilla. Estos días hemos asistido a una reunión en Dinamarca para ver qué se hace con el enemigo ruso y no es la primera de los países occidentales, pero Occidente son un montón de países a los que hay que poner de acuerdo y tienen intereses diferentes. No es lo mismo el interés de Polonia, que está en la frontera de la guerra, que el nuestro, por ejemplo. Mientras tanto, Rusia es un único país con un único liderazgo y una única idea, lo que le da mucha ventaja a la hora de actuar.
Empezaste en Deportes y has hecho casi toda tu carrera en Informativos, pero la geopolítica sigue siendo tu debilidad.
Siempre me ha encantado y me gusta estar al día. Además, cuando te pones a escribir una novela con esa temática, te documentas un montón y aprovechas para leer aún más sobre ello y escuchar a muchos expertos en la materia. Así que, sin querer venirme arriba, algo he aprendido.
En 2017, escribiste ‘Trump y la caída del imperio Clinton’, un ensayo sobre su primera llegada a la presidencia. Con lo que aprendiste sobre él preparando aquel libro, ¿esperabas el actual Trump desatado?
No me sorprende. De hecho, en este segundo mandato estamos asistiendo al trumpismo al 100%. En el primero, Donald Trump no pudo hacer lo que hubiera querido hacer porque llegó al poder pensando que jamás lo iba a hacer. No creía que iba a ganar las elecciones y se encontró, de repente, siendo presidente de los Estados Unidos sin haber formado un equipo sobre el cual fundar su poder en la administración americana. Le rodearon del establishment del Partido Republicano, que venía de hacer la política al uso y frenó muchos de los impulsos que podía tener Trump. Eso no está pasando ahora. Tiene a su gente, los que están trabajando con él son más trumpistas que el propio Trump y no hay filtros ni límites. Es Trump puro y desencadenado. Estamos viendo cosas tremendas y más que vamos a ver, porque no lleva ni un año de mandato.
Entre otras cosas, le hemos visto animar abiertamente a cancelar programas televisivos con presentadores críticos, como los casos de Colbert y Kimmel.
Sin ninguna duda, estamos viviendo episodios que no son propios de las democracias occidentales, seguramente porque estamos viviendo a mandatarios que no son propios de las democracias occidentales tal y como las hemos conocido. Estamos asistiendo al auge de otro modelo de líder en Occidente, no sólo en Estados Unidos, y vamos a tener que empezar los ciudadanos de los países occidentales a pensar dónde estamos metidos. No todos los países occidentales tienen un presidente que haga esas cosas, pero todos tenemos a alguien que aspira a llegar al poder y hacer esas cosas.
Cuando miras alrededor, ¿está tan mal España como los españoles parecemos empeñados en creer?
No. Cuando sales fuera, ves lo que hay y analizas tu país desde una cierta distancia, llegas a la conclusión de que España es un país que está bastante bien en términos generales. Con los problemas que tenemos, lógicamente.
¿Cuáles son?
Tenemos un problema eterno, y es una de las cosas que algún día tendremos que ponernos de acuerdo en serio para arreglar, y es que tengamos siempre el doble de paro que nuestros socios europeos. Da igual si va bien o mal la economía, siempre el doble. Nunca he entendido cómo no se ha podido llegar a un acuerdo de Estado para acabar con el desempleo en España. El problema no creo que sea que no se pueda alcanzar un acuerdo, sino que no hay ninguna voluntad de intentarlo. Hay una voluntad deliberada de que no haya acuerdos, ese sí es un problema grave de España y se produce porque nuestra clase política considera que los acuerdos van en detrimento de uno y a favor del rival. Entonces, la tentación natural de todos los dirigentes y todos los partidos es no llegar a acuerdos por no favorecer al otro. Así es imposible.
Es no querer entender ese viejo adagio de que el acuerdo justo es aquel en que las dos partes quedan levemente insatisfechas.
Eso es. Hay varios asuntos en los que, si uno se para a pensar con la mente abierta, no encuentra diferencias muy serias entre partidos políticos. ¿De verdad es imposible llegar a un acuerdo para ver qué tenemos que hacer como país para rebajar el paro a la mitad y acabar con ese problema para siempre? Estoy convencido de que sería muy fácil si quisieran ponerse a ello. Igual que es increíble que no nos podamos poner de acuerdo en dos o tres asuntos generales de política exterior y sigamos toda la vida utilizando la política exterior para confrontar y hacer política interior. No tener una política exterior clara es un síntoma de debilidad hacia nuestros socios y no nos ayuda en absoluto ni cuando gobierna la izquierda ni cuando gobierna la derecha. O la vivienda, que es clave ahora mismo. ¿Realmente tienen tantas diferencias los partidos políticos como para no llegar a un cierto consenso sobre un derecho básico? Estoy seguro de que se podría, pero no se pretende hacer.
Vicente Vallés posa para la entrevista en la sede de Planeta.
Vicente Vallés posa para la entrevista en la sede de Planeta.Sergio Enríquez-Nistal
Lo que ha pasado con Gaza es un buen ejemplo. Algo que despertaba bastante unanimidad en la sociedad convertido en batalla política.
Claro y, si profundizas ahí, la confrontación no ha sido tanto porque tengan una visión distinta de los hechos, sino por usar una palabra u otra. Es una cuestión absurda. La mayoría de los españoles y de los partidos políticos estaban básicamente de acuerdo en que lo que ha hecho Israel gasta el acuerdo no debe ocurrir y que había que poner algún remedio, pero como estábamos de acuerdo en lo fundamental, se pusieron a buscar la manera de no estarlo. Siempre están de acuerdo en que se tienen que poner en desacuerdo y encontraron la palabra genocidio para ello.
¿Ha sido un genocidio lo que ha cometido Israel?
Sí, lo que pasa es que creo que, igualmente, hubo un intento de genocidio el 7 de octubre cuando Hamas arrasó a un montón de personas, tantas como pudo. Si hubiera podido matar a más, lo habría hecho. Habría arrasado Israel entera de tener la capacidad. Hizo el genocidio que estaba en condiciones de hacer y la respuesta de Israel fue una devolución de genocidio. Estamos ante dos intentos de genocidio que acaban arrasando a la población civil y esto no se puede sostener. Ojalá este acuerdo de paz se sostenga. Ahora, no me parece que sea una gran diferencia decir genocidio o decir masacre y matanza. No encuentro ninguna diferencia de significado entre esas tres palabras como para haberlo convertido en un debate de Estado.
Fuiste pionero en que un presentador de informativos se posicionara. Ahora, casi todo es opinión y tertulia. ¿Cuánto hemos contribuido los periodistas a este clima de confrontación social?
A lo mejor se puede utilizar el verbo contribuir, pero creo que en el ámbito de la comunicación y del periodismo no podemos ignorar lo que ocurre. El asunto no es que nosotros alentemos que eso ocurra, sino que somos una herramienta que algunos utilizan para confrontar. Por ejemplo, si un dirigente político importante intenta enfrentarse a su rival, lo hace a través de los medios de comunicación. ¿Qué tienen que hacer los medios? ¿Ignorarlo y no contarlo? Al final todo esto alimenta el monstruo de la polarización, eso sin duda, pero no creo que los periodistas y los medios de comunicación seamos los primeros culpables.
¿Te ha compensado, en lo personal, exponerte más? ¿No eras más feliz antes, cuando caías bien a todos?
Yo hago mi trabajo igual que lo hace el director de un periódico o tú cuando escribes una columna o vas a una tertulia. Desde que decidimos seguir la vocación de dedicarnos a esto, nos toca asumir que el trabajo de periodista está expuesto al público y, cuando tú te expones al público, tienes que aceptar que a una parte de él no le vas a gustar. Y, además, que esa parte va variando porque lo que hoy le gusta a unos, mañana les va a gustar a los otros. No sufro por ello.
Es una teoría muy centrista en un país donde el centro ya no existe, si es que alguna vez lo hizo.
El centro sí que existe, pero está jibarizado. En España esto ha ocurrido porque las posiciones se han ido extremando cada vez más. La democracia liberal occidental se fundamentaba en que los extremos estaban orillados y toda la actividad política y social se concentraba en unas posiciones centradas. Un poco a la izquierda o un poco a la derecha, pero moderadas. Eso ha saltado por los aires y ahora las posiciones radicales tienen mucho predicamento. Eso no es bueno para sostener la democracia, que se basa precisamente en la moderación mientras que las autocracias se fundamentan en los extremos. Pero esta es la España y el mundo en que vivimos. Una en la que Emiliano García-Page, Felipe González y Alfonso Guerra son fachosfera
Y tú.
Claro. Si lo son ellos, ya cualquiera somos fachosfera.
El otro día dijiste que Pedro Sánchez está en su mejor momento y mucha gente se lo tomó a broma.
Lo digo en serio. Está en un gran momento, pero para él. ¿Eso qué significa? Sánchez ha conseguido en estos años romper algunas líneas que se suponía que no se podían traspasar en España. Por ejemplo, si se llega a normalizar, como parece, que se pueda gobernar sin que haya mayoría parlamentaria que sustente al gobierno, los socios parlamentarios que le hicieron presidente ya no sirven para nada, no tienen ningún poder. Pedro Sánchez dijo en el Comité Federal del PSOE que él iba a gobernar con o sin el apoyo del Parlamento. Esto es una reescritura de la ciencia política occidental. Los regímenes democráticos parlamentarios se llaman así porque dependen de que haya mayorías suficientes para que un gobierno pueda ejercer su trabajo y, si no las tiene, se convocan elecciones, que es lo normal. Bien, pues esa normalidad ya no existe. Entonces, si tú consideras que puedes gobernar simplemente con que te hagan presidente en una investidura y a partir de ahí puedes prescindir del Parlamento, que es exactamente lo que está ocurriendo, entonces estás en tu mejor momento porque puedes gobernar solo, que es lo que quería y lo que está haciendo.
¿Pedro Sánchez siempre sobrevive?
Bueno, lo que nadie podrá decir es que no es un político muy hábil y va gestionando las situaciones según surgen. Pedro Sánchez sabe que su limitación de escaños parlamentarios le impide hacer determinado tipo de cosas, pero al mismo tiempo sabe que sus rivales tienen una limitación todavía mayor. No está pensando en dentro de diez años, está pensando en qué tiene que hacer hoy para seguir gobernando mañana. Bueno, seguir en el poder porque gobernar no puede. Eso lo gestiona muy bien.
¿Qué ha hecho mal el PP para no aprovechar esa debilidad obvia del Gobierno?
Ahí Sánchez ha contado con una ventaja muy grande que, además, él ha alimentado: el crecimiento de Vox. No hay un sector político al que más le interese el crecimiento de Vox que a la izquierda y eso está permitiendo al PSOE poder hablar siempre del riesgo de que la extrema derecha alcance posiciones de poder. Eso moviliza mucho a la izquierda y es un montante de votos que le puede sostener en las próximas elecciones también. Por eso insisto en que veo un buen momento para Pedro Sánchez.
¿Crees que Sánchez puede ser reelegido en las próximas elecciones?
Perfectamente. Los sondeos que se hacen ahora, suponiendo que estén bien hechos, reflejan lo que pasa hoy y no lo que va a pasar cuando falten 15 días, una semana, un día o una hora para votar. Las campañas electorales mueven mucho voto en España y Pedro Sánchez es muy hábil también a la hora de movilizar el voto de izquierdas que pudiera estar desilusionado por todo lo que ha pasado esta legislatura. Va a hacer la misma campaña que hizo en 2023, cuando llegaba a las generales tras barrer el PP perder dos meses antes en las municipales y las autonómicas y, aunque perdió las elecciones, acabó gobernando, que es lo que realmente le interesa. Eso se puede reproducir en unas próximas elecciones si repite la campaña que ya hizo: «Oiga, como no me voten a mí, va a gobernar el PP con Vox. Ustedes verán si se quedan en casa absteniéndose o vienen a votar y evitarlo». Ya le funcionó una vez.

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