<p>Es difícil domesticar al <strong>Barça</strong>, arrebatarle esa alegría feroz que imprime al juego cuando la pelota pasa por sus botas, pero el <strong>Newcastle </strong>encontró durante muchos minutos la criptonita que anula sus poderes hasta que apareció un antihéroe. Repudiado en Manchester por el United, no alcanzó la redención en Birmingham y llegó a Barcelona buscando una paz que emergió en St. James. <strong>Marcus Rashford</strong> se agigantó para rescatar a un Barça sin brillo, que achicó agua para sobrevivir durante demasiados minutos, agarrado a <strong>Joan García</strong> y a la fe del británico, otro jugador rescatado por<strong> Hansi Flick</strong> que se revela ante la última oportunidad. [<a href=»https://www.elmundo.es/deportes/futbol/champions-league/newcastle-barcelona/2025/09/18/01_0103_20250918_4_178-directo.html»><strong>Narración y estadísticas: 1-2</strong></a>]</p>
El inglés desatascó el asfixiante partido que planteó el conjunto británico con dos espléndidos goles en nueve minutos en la segunda mitad
Es difícil domesticar al Barça, arrebatarle esa alegría feroz que imprime al juego cuando la pelota pasa por sus botas, pero el Newcastle encontró durante muchos minutos la criptonita que anula sus poderes hasta que apareció un antihéroe. Repudiado en Manchester por el United, no alcanzó la redención en Birmingham y llegó a Barcelona buscando una paz que emergió en St. James. Marcus Rashford se agigantó para rescatar a un Barça sin brillo, que achicó agua para sobrevivir durante demasiados minutos, agarrado a Joan García y a la fe del británico, otro jugador rescatado por Hansi Flick que se revela ante la última oportunidad. [Narración y estadísticas: 1-2]
Nunca le perdió la cara a un partido tosco, en el que el Newcastle eligió el camino que habían transitado otros equipos en este arranque de campeonato sin que les llevara a ninguna parte, pero Eddie Howe lo perfeccionó. Preparó a sus urracas para conseguir que los azulgranas no gobernaran el juego. La fórmula era tan sencilla como difícil de mantener conforme corriera el reloj: ahogar a los cerebros del Barça. Los ingleses no se parapetaron en la frontal, esperando contener a un rival capaz de desatar un vendaval con un toque de Pedri o Fermín. Fueron a buscarlos desde el inicio, buscando la incomodidad y la duda. Gordon fue el primero que se plantó ante Joan García en el minuto cinco, y después Barnes le obligó a hacer la primera gran parada, aunque partiera de un ajustado fuera de juego. Hansi Flick empezó a ver cómo su equipo sufría para sacar la pelota jugada bajo el hostigamiento permanente.
No erró el Barça en toda la primera parte, pero tampoco asustó. Con el mediocampo, no el área, sino 20 metros antes, poblado de rivales, las barras blanquinegras de las camisetas del Newcastle se convirtieron en barrotes que encerraron las ideas de Frenkie De Jong, el ojo de Pedri para encontrar agujeros de fuga y la electricidad de Fermín. Si por la medular no pasaba ni el aire, había que encontrar el camino por las orillas. Y ahí se esforzó Marcus Rashford para que no pesara la ausencia de Lamine Yamal.
Lo intentó el inglés sin desfallecer una y otra vez, como si tuviera claro que, por insistencia, llegaría el premio. Flick le había hecho un hueco, haciendo saltar a Raphinha de banda y él no iba a desaprovecharlo. Lo demostró cuando buscó y bicicleteó ante Trippier sin poder tumbarlo. Poco más pasaba y era mal síntoma que al Barça le costara un cuarto de hora hilvanar una jugada. Ni podían hacer correr la pelota ni ganaban a los ingleses por velocidad en las contras. A veces lograban sacar un centro, como el de Raphinha a la cabeza de Lewandowski que el polaco no conectó ante la salida de Pope. El propio brasileño probó también de testa a centro de Rashford.
Mientras, el orden de las urracas lo rompía Elanga, martirio de Gerard Martín en el costado izquierdo. Armó una contra ortodoxa, de fútbol antiguo, para plantarse en el área y buscar a Barnes en la otra banda para que la enganchara. Salvó Joan García con el pie un golpeo que olía a gol. El guardameta fue el seguro al que se agarró un Barça desbravado ante los rejonazos de un rival que dejaba una incógnita: si podría mantener esa tensión todo el duelo.
El paso por el vestuario no dibujó un panorama distinto en la segunda parte. El Newcastle siguió a lo suyo: morder, tapar y correr. No era un planteamiento de equipo menor, porque con cada pelota hacía rugir a St. James Park. Sin embargo, no lograba finiquitar a su rival, que empezó a brujulear hasta hallar el camino. Es verdad que primero probó Joelinton, a ver si su cabezazo sorprendía. La respuesta llegó al puro estilo Barça: una pelota de Fermín al borde del área que filtró a Lewandowski y el polaco, sin opción, se la cedió a Rashford. Su remate se estampó en la cara de Tonali. En el palco del estadio, el seleccionador inglés Thomas Tuchel ya tomaba nota de lo que su compatriota Flick podía acabar haciendo por los Three Lions.
No había dicho su última palabra un futbolista errante que tiene que ganarse un hueco entre estrellas. En un partido gris, con mil cerrojos, apareció para cabecear con un pie en el punto de penalti un centro milimetrado. Por primera vez, el Barça había tocado y tocado con paciencia cerca del área, amasando De Jong y buscando la ruptura Koundé para ofrecerle la asistencia perfecta.
Por si no era suficiente, volvió a aparecer. Con la certeza de que estaba sosteniendo al Barça, se plantó en la medialuna para armar un latigazo cruzado que burló a Pope para abrir una distancia suficiente que ni siquiera el gol de Gordon en el 89 puso en riesgo. Nada eclipsó la noche en que Rashford permitió al Barça dar su primer golpe en Europa.
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