<p>»La carrera me da igual,<strong> a mí no me gusta ni el ciclismo.</strong> Lo que me importa es la sumisión del estado español a una empresa multinacional que se llama Unión Ciclista Internacional (UCI). Eso hay que hacérselo ver». Vistiendo una camiseta donde <strong>se podía leer «Zionists go to hell»</strong>, Antonio lo tenía claro. Había conducido junto con su pareja los casi 60 kilómetros que separan la capital de Cercedilla para intentar «boicotear» la <a href=»https://www.elmundo.es/deportes/ciclismo/vuelta-a-espana/2025/09/12/68c457fce4d4d8fe498b4588.html» target=»_blank»>Vuelta a España</a>. No muy lejos, sobre el asfalto de Navacerrada, <a href=»https://www.elmundo.es/deportes/ciclismo/vuelta-a-espana/2025/09/13/68c55df9fdddffbc1f8b45c9.html» target=»_blank»>Vingegaard y Almeida</a> se acercaban a ellos, compitiendo por alzarse con el título. Pero en las aceras de este municipio serrano, más de un centenar de manifestantes acompañaban a Antonio <strong>asegurando jugarse algo más.</strong></p>
Más de un centenar de manifestantes han conseguido modificar este sábado el itinerario de la penúltima etapa de la Vuelta Ciclista a España
«La carrera me da igual, a mí no me gusta ni el ciclismo. Lo que me importa es la sumisión del estado español a una empresa multinacional que se llama Unión Ciclista Internacional (UCI). Eso hay que hacérselo ver». Vistiendo una camiseta donde se podía leer «Zionists go to hell», Antonio lo tenía claro. Había conducido junto con su pareja los casi 60 kilómetros que separan la capital de Cercedilla para intentar «boicotear» la Vuelta a España. No muy lejos, sobre el asfalto de Navacerrada, Vingegaard y Almeida se acercaban a ellos, compitiendo por alzarse con el título. Pero en las aceras de este municipio serrano, más de un centenar de manifestantes acompañaban a Antonio asegurando jugarse algo más.
Toda esta masa se encargó, cuando el reloj marcaba las 15.30 horas, de teñir la calle Mayor de la localidad con los colores de la bandera de Palestina. A la cabeza, las ex ministras de Podemos Irene Montero e Ione Belarra. Aunque, entre tanta enseña, sobresalía una gran lona blanca que rezaba: «Madrid será la tumba del sionismo». Sus propietarios la alzaban con orgullo, mientras un arrullo, que más tarde derivó en arenga revolucionaria, acompañaba el mensaje. «Vosotros, sionistas, sois los terroristas» o «Israel asesina, la Vuelta patrocina» eran algunos de los cánticos que se entonaban a viva voz.
Por entonces, muchos ya estaban estudiando en qué lado de la acera colocarse para poder gritar y maldecir a los miembros del equipo ciclista Israel-Premier Tech. Pero, de forma casi improvisada, todo detonó. El gentío, al verse frente a poco más de una decena de guardias civiles, descubrió que les superaban, y por mucho, en número y se envalentonó. «De aquí no nos mueven, ya verás», sonreía Isabel, que no dejaba de mirar su reloj como el que tiene un tic nervioso. «Si por aquí pasan a las 16.21… ¿Les dará tiempo a echarnos?», preguntaba a una compañera de protestas. Una mujer de pelo cano se sumaba a la conversación: «Lo mismo ahora nos empiezan a dar palos y nos echan…».
Pero no hubo violencia. Sí una subida de decibelios cuando un uniformado del Instituto Armado, utilizando un megáfono, pidió que despejasen la calzada «de forma pacífica». Esa recomendación, con aires de amenaza, no asustó a nadie. Más bien al contrario, hizo que los decibelios de los cánticos aumentasen. Y esta vez eran personificados hacia Netanyahu, al que tildaban de «asesino» y a Pedro Sánchez, al que le pedían ya «cerrar la embajada de Israel».
«No es que el ciclismo sea lo de menos, es que esta competición no tiene sentido desde el momento en que dejaron a ese equipo [refiriendose al Israel] meterse. Yo, qué te voy a decir, tengo dos nietos pequeños y no quiero ni imaginarme que fueran abandonados como los niños de Gaza. Es que me muero de pena solo de pensarlo. Ojalá paremos la vuelta, porque hasta un gesto pequeño como ese también contaría», apuntaba la anciana de pelo cano, entregada a causa.
Aunque no todo era espíritu combativo. La dueña de una pastelería cuyo local estaba junto a la manifestación no daba crédito. «¿Ves esto normal? Me parece horroroso, y la Policía ahí, a dos metros, y no hacen nada… Menuda vergüenza de país«, sentenciaba, visiblemente molesta ya que esta concentración impedía que entrasen clientes. No era la única que tenía una postura reacia a las protestas. Con cierta lejanía, un par de hombres contemplaban el espectáculo de colores y sonidos con ciertos reparos. Sus caras ya reflejaban lo que terminaron confirmando sus palabras: «¿Qué culpa tienen los deportistas? ¿Me lo pueden explicar? Solo falta que se vuelva a caer alguno por culpa de esta gente… Empezando por la Montero, que no ha dado un palo al agua en su vida. Únicamente vive de la confrontación».
Fue la propia mujer de Pablo Iglesias la principal encargada de comunicarse con las fuerzas de seguridad. A ella se dirigían los efectivos de la Guardia Civil para comunicarle la situación. Algunos cruces de palabra fueron tensos. Pero pasaban los minutos y nada variaba. Hasta que alguien dio la noticia: «Dicen que la etapa se recorta y ya no pasan por Cercedilla. Hemos conseguido que se desvíe«. Lo que en un principio fue desconcierto, pronto fue recibido con júbilo y alegría. «No se ha suspendido, pero se lo hemos puesto difícil… Que la hayan desviado por nuestro movimiento es una victoria», valoraba otro de los protestantes, para terminar entonando otra proclama con tintes de ultimátum: «Sí, sí, sí, mañana en Madrid».
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