En la Fiesta de Lille: un festival dedicado a lo lúdico y lo festivo de lo hispano

La fiesta va para largo y es en Lille, etapa reina en el eje o Corredor 2 ferroviario que une Bruselas con París y Londres. La ciudad, además, es la única de Francia que ostenta el título de metrópoli europea, junto con la capital y Estrasburgo. Hasta el próximo 9 de noviembre, se celebra aquí un festival que han titulado Fiesta, así, en español, glosando tal vez el título de la célebre novela de Hemingway. Ya el rótulo es toda una declaración de intenciones. Porque en este festival se multiplican los guiños al talante más lúdico y festivo de lo hispano. Ya sea a través de las exposiciones y eventos de sus museos y centros culturales, pero también en la calle, en el pulso cotidiano.

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 La onda festiva ha invadido museos, centros culturales, restaurantes y calles de esta ciudad francesa, donde las celebraciones se extienden hasta el 9 de noviembre para demostrar que el norte de Europa no es ni grisáceo ni aburrido  

La fiesta va para largo y es en Lille, etapa reina en el eje o Corredor 2 ferroviario que une Bruselas con París y Londres. La ciudad, además, es la única de Francia que ostenta el título de metrópoli europea, junto con la capital y Estrasburgo. Hasta el próximo 9 de noviembre, se celebra aquí un festival que han titulado Fiesta, así, en español, glosando tal vez el título de la célebre novela de Hemingway. Ya el rótulo es toda una declaración de intenciones. Porque en este festival se multiplican los guiños al talante más lúdico y festivo de lo hispano. Ya sea a través de las exposiciones y eventos de sus museos y centros culturales, pero también en la calle, en el pulso cotidiano.

Sede privilegiada de este acontecimiento cultural es el Palais des Beaux-Arts de Lille, uno de los museos de élite de Francia. Allí se puede ver la exposición Fêtes et célébrations flamandes (fiestas y celebraciones flamencas, en castellano), algo que nos atañe muy de cerca porque Flandes está al lado de Lille, concretamente a media hora en tranvía desde la estación Lille Flandres. Y el período espejado es aquel en que los españoles ejercieron su poder sobre ese territorio, es decir, los siglos XVI y XVII. La edad de oro del dominio español, pero también de la pintura flamenca. Obras de Rubens, Brueghel —la saga familiar, media docena de pintores de tres generaciones—, Jordaens y otros grandes maestros han sido traídas desde museos de todo el mundo y reunidas en un montaje muy teatral.

Las coloridas instalaciones de Gaetano Pesce en el Palais des Beaux-Arts de Lille.

En aquellos tiempos no todo eran guerras, asedios y calamidades. También había bodas y fiestas familiares, celebraciones de santoral, kermeses y verbenas. Algo que refleja muy bien una película clásica del director belga Jacques Feyder, La kermesse heroica (1935). Por cierto, esa cinta hace añicos con fino humor la leyenda negra española: resulta que los tercios invasores son “los buenos”, mejores a la postre que los propios aldeanos.

Esa misma negación de tópicos y leyendas oscuras cobra fuerza en otro escenario singular de Lille, la Maison Folie Moulins, una antigua fábrica de cerveza convertida en centro cultural y recreativo. Allí la artista sevillana Pilar Albarracín destripa los tópicos más extendidos de “lo español” con su intervención Fuego y Veneno. A través de vídeos, objetos y performances, esta artista coge por los cuernos tópicos como los toros, el flamenco, el andalucismo (y españolismo) de castañuela y pandereta para vaciarlos de su veneno. Asombra, provoca y, al parecer, gusta mucho.

La muestra 'Eldorado, en la Maison Folie de Lille.

Otro escenario vinculado a la etapa del dominio español es la Vieille Bourse o la vieja bolsa, un armonioso palacio de 1652 que ejerce de bisagra entre la plaza mayor (Place du Général de Gaulle, el militar estaba vinculado familiarmente a la ciudad) y la Place du Théatre (la Ópera, en realidad). En el patio central, la obra ORB par SpY es una gran esfera compuesta por múltiples espejos que fragmentan y cuestionan la mirada. Bajo las arcadas del patio tiene lugar una especie de rastrillo permanente, con libros antiguos, tebeos, carteles, postales y objetos raros que son como la espuma de la nostalgia.

La escultura 'ORB', del artista español SpY, en el patio de la Vieille Bourse de la ciudad francesa.

También pertenece a la edad dorada el Musée de l’Hospice Comtesse, un edificio singular en el corazón de la ciudad vieja. En sus orígenes, fue un hospicio regentado por monjas que alimentaban y curaban a menesterosos y enfermos con los frutos y hierbas medicinales de su huerto y la alquimia de su farmacia, que se conserva intacta. Las estancias monjiles mantienen su primitivo aspecto y en los dos pisos superiores está lo que podría considerarse un embrionario museo de la ciudad. En el patio y en la capilla se despliega el proyecto The distorted party, una versión festiva, distorsionada y surrealista del devenir cotidiano.

También hay que hacer mención especial a otros dos escenarios. El primero es la antigua estación de trenes Gare Saint Sauveur, que acoge instalaciones y vídeos bajo el lema o leitmotiv de La fête interieure (la fiesta interior, en español). Y para que lo festivo no se quede en lo íntimo, “Saint-So” —como llaman los vecinos a la estación— es, además, un lugar de solaz con terrazas, restaurantes, espacios interactivos y hasta pista de baile. El otro escenario destacado de Fiesta es el edificio llamado Le Tripostal, junto a la estación Lille Flandres, un inmenso inmueble donde tenía lugar la clasificación del correo. En esta ocasión acoge piezas y montajes de las vanguardias históricas del siglo XX, en especial de las que pusieron el acento en un enfoque festivo, burlón y provocador, como fueron el dadaísmo o el surrealismo.

La lista no se queda aquí. Si bien a algunos museos más y centros culturales también se ha expandido la onda festiva, esta también aflora e invade la calle. Con instalaciones, por ejemplo, como las Golden Monoliths que ribetean la calle mayor (Rue Faidherbe) y también en la animación que galvaniza aceras y plazas, sobre todo en la Vieux-Lille o casco antiguo. Aquí, la recoleta Place aux Oignons parece una saleta de estar con sus veladores y recovecos, y abren sus puertas restaurantes como Estaminet Chez la Vieille, que ofrece en su carta una especie de catálogo de platos regionales.

Terrazas en la Place aux Oignons, en Lille.

También hay bares regados con cervezas locales que no desdeñan sabores y colores frutales. A lo cual habría que añadir las fruslerías típicas, como los merveilleux de merengue y chocolate de la Rue Royale o los gofres históricos de Maison Méert, toda una institución para la ciudad, que arrancó el negocio en 1677.

Interior de la pastelería Maison Méert.

En Lille hay do hoteles que evocan los viejos tiempos: el Grand Hôtel Bellevue —antiguamente Hotel de Bourbon—, donde en 1765 un Mozart de 9 años se alojó cuando estaba enfermo; y L’Ermitage, un antiguo hospicio restaurado y completado con prótesis vanguardistas, al lado mismo del espectacular Ayuntamiento art déco y de la puerta de París, como broche en la muralla de la ciudad vieja.

La ciudad nueva ha ido creciendo con vocación futurista y europeísta. El vecindario Euralille, planeado por el arquitecto Rem Koolhaas, reúne edificios suyos y de otras grandes firmas, como Jean Nouvel o Christian de Portzamparc. Su éxito ha dado paso al barrio Euralille 2, con algunos de los lugares que se han convertido en the place to be para las generaciones más jóvenes. También destacan los restaurantes Hein o Nū, o el estiloso hotel Mama Shelter, solo apto para gente desenvuelta. Quien siga pensando que el norte es grisáceo y aburrido, tiene unos cuantos meses por delante para participar en la Fiesta de Lille… y tal vez cambiar de opinión.

El edificio Credit-Lyonnais, diseñado por el arquitecto Christian de Portzamparc, en el distrito Euralille de Lille.

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